Secuela, precuela, spin-off, remake, reboot, recuela: ¿cuál es cuál y cómo acabamos en este punto? - Spoiler Time

Secuela, precuela, spin-off, remake, reboot, recuela: ¿cuál es cuál y cómo acabamos en este punto?

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Aclaremos de una vez por todas la cada vez más confusa terminología del entretenimiento contemporáneo.

Hubo un tiempo en que las películas en expansión miraban primordialmente hacia el frente. Nos referimos a las secuelas, concebidas a partir de la lógica narrativa que busca una continuación directa del viaje iniciado en la entrega original. Esto, no está de más decirlo, permite al público crecer a la par de los personajes centrales que van madurando conforme asumen nuevos retos en sus vidas.

Las hemos visto hasta el cansancio, pero esta familiaridad no ha evitado su estigmatización. Primero con la aseveración de que las segundas partes nunca superarán a la primera, una premisa que sólo ha sido desafiada por unos cuantos títulos a través del tiempo. Segundo por la comodidad de una fórmula tan recurrente que casi parece sencilla, lo que no suele ser bien visto por una audiencia sedienta de nuevas inmersiones de sus filmes favoritos. Un problema que ha sido bien resuelto con una amplísima gama de opciones. No es exageración, pues las alternativas ahora son tantas que incluso han provocado confusión en algunos sectores de la audiencia.

Empezamos con la precuela que relata los hechos que preceden una obra existente. Hay quienes piensan que sus bases se remontan a La amenaza fantasma (1999), Indiana Jones y el templo de la perdición (1984) o El padrino: Parte II (1974) cuando lo cierto es que son mucho más añejas al grado que la primera se remonta a la antigua Grecia con Cipria, un poema perdido que antecede a La Ilíada. Aunque si nos vamos exclusivamente al cine, los honores corresponden a The Golem: How He Came into the World (1920).

Más viejo aún es el remake que no es sino una nueva versión de una misma obra. El primero estrenó en 1904 con The Great Train Robbery que prácticamente calcó lo hecho por el cortometraje homónimo de 1903. El director Siegmund Lubin siempre aceptó que su cinta sólo buscaba el éxito monetario sencillo que para nada estaba garantizado desde un proyecto original. Aunque la tendencia ha dejado clásicos imperecederos como El halcón maltés (1941), Nace una estrella (1954) o Caracortada (1983), esta es la razón por la que estos filmes suelen ser tachados de proyectos sencillos y carentes de creatividad que no hacen sino excusarse bajo la bandera de la actualización para los nuevos contextos.

Empiezan las complicaciones

Primero con el reboot que desecha la vieja continuidad de secuelas y precuelas para reiniciar una historia, definición que ha provocado varias confusiones con el remake. La diferencia radica en el primero coloca a un personaje central preexistente en bases y rutas completamente distintas a las anteriores, mientras que el último relata virtualmente la misma historia y cuando mucho altera el contexto. Se trata de una práctica mucho más moderna que nace de las necesidades propias de las grandes franquicias y que como tal nació con una de las más importantes: The Return of Godzilla (1984). Si todavía no les queda claro, piensen en Spider-Man que actualmente acumula dos reboots con Andrew Garfield y Tom Holland. Sus respectivas tramas giran en torno al mismo héroe arácnido que saltó el cine en la trilogía de Tobey Maguire, pero para nada replican sus mismas aventuras.

El spin-off también ha provocado algunos dolores de cabeza, cuando no es sino un trabajo narrativo creado a partir de una obra ya existente. ¿No es entonces lo mismo que una secuela? No, porque ésta es una continuación, mientras que el primero es un derivado, como un ramo que crece de una rama central. De nueva cuenta, lo más sencillo es explicarlo con un ejemplo: Star Wars, cuyo núcleo se compone de la saga Skywalker integrada por nueve episodios y que es complementada por tramas secundarias derivadas como Rogue One (2016), Han Solo (2018) y la más reciente The Book of Boba Fett (2021). Historias nacidas de una misma base pero cuyo carácter secundario les priva de repercutir directamente en ésta.

La confusión también aumentó con la llegada del universo cinematográfico que no delimita una trama principal con claridad. Podría decirse que el eje del Marvel Cinematic Universe son los Vengadores, pero esto no hace que sus películas individuales sean spin-offs porque no se derivan de la alianza, sino que su coexistencia simultánea permite la continuidad de toda la historia. Caso contrario de X-Men, que parte del equipo base para luego segmentarse en tramas secundarias e independientes como X-Men Orígenes: Wolverine (2009) y Deadpool (2016).

El último eslabón en esta cadena es tan nuevo que su etiqueta ni siquiera está bien establecida en el imaginario cinéfilo: la recuela. Pero lo importante no es el término, sino la fórmula que como su nombre lo indica, fusiona los conceptos de remake y secuela. Sus bases narrativas se establecen muy cerca la trama original, tanto que bien podría decirse que estamos ante exactamente la misma historia, pero con la diferencia de que ésta es una continuación del resto de la franquicia complementada además por la presencia de los viejos protagonistas que regresan como auténticos maestros decididos a pasar sus batutas a una nueva generación.

Una tendencia recurrente en la última década y que incluye títulos como Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015), Jurassic World (2015), Terminator: Destino oscuro (2019) y Scream (2022), destacando que las propiedades metanarrativas de esta última le permitieron jugar con el concepto de un modo realmente divertido. Apuestas relativamente seguras que apelan a la familiaridad y la nostalgia, pero no por ello exentas de riesgo ya que deben tener elementos diferenciadores en relación con el material original. JJ Abrams batalló en encontrarlos con su inmersión a la galaxia lejana, no así Colin Trevorrow que los colocó en un parque prehistórico funcional.

¿Cómo acabamos aquí?

La razón primordial por la que el audiovisual ha recurrido a todas las opciones narrativas descritas anteriormente no es otra que la de extender la vida útil de las franquicias. Después de todo, llega un punto en el que continuar una historia mediante secuelas se torna insostenible, ya sea porque éstas se tornan reiterativas, pierden su esencia tras las partidas de su cast y crew, o se descontextualizan con el paso de los años.

Todas las alternativas están sustentadas sobre la seguridad de las bases preestablecidas, pero ninguna está exenta de debates que suelen relacionarse con cuestionamientos directos a la creatividad de la industria y la sobreexplotación de propiedades intelectuales. Mención aparte para la nostalgia cuyo adecuado tratamiento requiere una fórmula muy concreta que no caiga en el uso desmedido ni en el rompimiento extremo. Si no nos creen, sólo recuerden lo sucedido con la más reciente trilogía warsie cuyo deambular por ambos lados le impidió conquistar al público como hicieran las más sutiles Rogue One (2016) y The Mandalorian (2019).

Este último título es importante porque demuestra que la expansión también se ha visto beneficiado por el incremento en los canales de distribución. Hace apenas unos años las grandes historias estaban destinadas sólo a la pantalla grande, pero hoy día también pueden disfrutarse en series de televisión y streaming. Ahí está el MCU potenciándose con alternativas como WandaVision, Hawkeye y más, o Game of Thrones (2011) que próximamente crecerá con House of the Dragon.

Las secuelas a la vieja usanza siempre serán importantes para dar continuidad a las franquicias, pero lo cierto es que se han tornado insuficientes para sostenerlas en la cada vez más ambiciosa industria del entretenimiento. Más interesante aún es que todavía queda mucho trecho por recorrer en esto de la terminología audiovisual, pues ¿cómo se llamará a las películas que borran una o varias secuelas como sucedió con Superman regresa (2006) o Halloween (2018)? ¿O aquellos reboots velados que suprimen toda una línea temporal como fue el caso de X-Men: Días del futuro pasado (2014)? ¿Y qué hay de las que crean su propia línea alterna como Star Trek (2009)? Ni qué decir de los distintos cortes como el Snyder Cut (2021) que ha generado confusión tras su liberación sin ningún propósito concreto dentro del DC Extended Universe o los numerosos de Blade Runner (1982) que han suscitado confusión sobre cuál es el definitivo y como tal, el que antecede a 2049 (2017).

Sean cuales sean las respuestas, la seguridad de la industria aunada a los deseos del público por profundizar cada vez más en sus historias favoritas nos ha dejado en un punto de no retorno. Sólo queda mirar hacia adelante y preguntarnos qué nuevas etiquetas se utilizarán para categorizar las tendencias del futuro.

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