Esta es la única razón por la que la segunda temporada bajó su calidad
No culpes a que el personaje de Luis Miguel siempre sale bien parado luego de uno y cada uno de sus errores (desde sospechar que su mejor amigo le roba hasta dejando abandonada a su hija por años). No culpes a la falta de amor al lado del cantante (medio que se lo buscó, ¿no?). No culpes a que las historias de ciertos personajes pasan de largo como autobús en hora pico (pensemos en Alex). Será que la trama cayó por no saber a qué género pertenece.
Y es que la producción transmitida por Telemundo y Netflix no aceptó que, en el fondo, es un gran ejemplo de telenovela muy bien maquillada. Ahí comienza el grave error que se acentuó en esta segunda entrega y que pinta por completo por qué bajó su nivel.
Amor, desamor, humor simplón, traiciones y más situaciones muy exacerbadas hacen que un evento de la pantalla chica lleve el rótulo de telenovela. Y Luis Miguel: La Serie cumple a la perfección con su demostración. Ahora, ¿esas marcas se dan solas? No, claro: el elenco es primordial para que todo cuaje. Y sobre todo un elemento: el/la villano/a de turno. Sobre este personaje recae todo el peso de la ley de la moralidad occidental; representa lo que no está bien (a veces también lo que no está mal, pero bueno…); se hace cargo de ser la pierna que el personaje principal necesita para poder caminar sin inconvenientes por su derrotero hacia su final feliz.
La corteza de los episodios es 100% similar a los de la primera entrega: flashbacks y flashforwards; situación sentimental amorosa; situación sentimental familiar; final de casi todos los capítulos con un número musical. Pero el corazón del plato supo soso, le faltó picante, le faltó ese o esa antagonista que ayudara a que el personaje principal meta el gol del siglo.
Luis Rey cumplió a la perfección con su rol. Malo como pocos, se puso la capa de superhéroe malvado y la flameó al viento con mucha hidalguía. A su vez, su mano derecha, Tito, nos dio momentos de risa basados en un humor caricaturesco y bruto que aliviaba la tensión que se vivía en el relato general.
Ahora, la abuela de Micky no tiene el peso que debería; Patricio y José tampoco. Y no es culpa de ellos: es culpa de la producción que, como dijimos arriba, no termina de aceptar que esto es más una telenovela que otra cosa, y que el factor villano es primordial.
Luis Rey eclipsó (paradójicamente) a la figura del Sol de México; quizás eso haya molestado a propios y ajenos dedicados a los libros guionados, pero el contrapeso fue perfecto.
Esperemos que en la próxima (¿y última?) temporada haya un personaje que se sienta cómodo en sus zapatos así no volvemos a repetir, noche a noche, y tras cierto sentimiento de vacío, ¡COÑO MICKY!