Se acercan las fiestas y Robert insiste en que la Navidad hay que pasarla en familia. Nada es tan funcional en esta familia y Frances le reclama que el año pasado él se fue a pescar. Pero ella se rinde ante la petición de él y Navidad la van a pasar entre todos en la casa de los padres de Frances. Un detalle: ellos no saben que su hija se va a divorciar.
La casa paterna siempre tiene ese toque melancólico y nostálgico. Frances y Robert se ven obligados a dormir en la misma cama, en el cuarto de la niñez de ella. Por un momento, estos dos hacen un alto al fuego y él le dice que siempre trató de hacer lo mejor para la familia pero a veces se cometen errores.
Como todo buen cristiano, los padres de Frances junto a su hija, nietos y yerno van a la iglesia y cantan un poco. Hasta ahora, Robert se comporta, pero de vuelta a la casa le pide a Frances que por favor les cuente la verdad, porque no soporta esta carga. Llega el momento de la cena familiar y Robert hace un brindis que habla sobre la sinceridad y a Frances le entra miedo de que su ex sea el que cuente frente a todos lo que pasó, entonces ella toma el mando y confiesa que van a divorciarse.
Cuando todos se van, Frances, sus padres y Robert entablan una conversación en la que ella estuvo a punto de decir que cometió adulterio. ¿Qué la detuvo? Robert interrumpiendo para confesar que él fue el que estuvo con otra persona, para ahorrarle a su ex la vergüenza de decirle a los padres. Un gran gesto, tal vez un milagro navideño.