¿Otro episodio relleno? Sí. El segundo de los capítulos de la octava y última temporada de Game Of Thrones de alguna manera vuelve a lo que fue la serie en sus primeras entregas: mucha intriga y luchas por las posiciones, más que nunca, pero no con la calidad que siempre apreciamos ya que hay algunas escenas que estuvieron de más.
Como lo anticipamos en este artículo, Jaime sería salvado por Jon/Aegon en su juicio: siempre del lado de los vivos, el Norteño argumenta que todo aquel que sume para el enfrentamiento contra los Caminantes Blancos sirve. Esto dispara cierta bronca por parte de Daenerys, quien hasta esa altura respeta a Jon/Aegon y quiere liquidar, cada vez más, a Tyrion. Pero ¿por qué? Porque Jaime cuenta la verdad: Cersei no enviará su ejército como respaldo.
Duro golpe.
Más allá de la la ¿tensión sexual? entre Gendry y Arya nos hace ruido (aunque, siendo serios lo mejor de esa escena es ver a Arya siendo una verdadera maestra en el lanzamiento de cuchillos), debemos acotar que la sesión de reencuentros fue lo que siguió en el episodio, y con cierta fuerza narrativa. Por un lado, el de Jaime y Bran/Cuervo de Tres Ojos: el Lannister se queda anonadado ante la respuesta del lisiado cuando pone en duda que luego de la Gran Guerra alguien (sobre todo el mismo Lannister) quede vivo. Por otro lado, el de Jaime y Tyrion: mucho ruido, pocas nueces; un poco de humor que hace que queramos cada vez más al más pequeño de los Lannister y entendamos de una vez que esas teorías que andan dando vuelta que argumentaban que iba a defender a Cersei eran todas mentira. Por último, el de Jaime y Brienne: allí hay cariño, ¡y lo celebramos!
🙂
El tire y afloje entre Daenerys y Sansa es para que se haga una serie especial: bajo lo que suponemos una recomendación de Jorah Mormont, la blonda reina se encuentra con la Stark, toma su mano con dulzura y le confiesa que está luchando esta batalla porque ama a Jon (¡alegría!); cuando sale el tema de qué sucederá con el Norte si es que la Targaryen se queda con el Trono la cosa se pone tensa (¡tristeza total!). Todo es peor aún para Daenerys cuando llega Theon: el Greyjoy confiesa que lucha por el Norte y no por ella. Más puntos a favor de Sansa.
Beric, Tormund y Edd llegan a Winterfell y comentan la situación que se avecina. Ya en lo que vendría a ser el Salón de Guerra, Bran confirma todas las teorías que rondaban acerca del Rey de la Noche: su único objetivo es matar al Cuervo de Tres Ojos. Luego de una sentida mini reflexión de Sam sobre lo que significa estar muerto / lo que es la muerte (¿desde cuándo se volvió tan filosóficamente barata Game Of Thrones?), luego de acomodar la estrategia para que el villano mayor caiga en una trampa, una escena resalta: Tyrion se queda solo con Bran y le pregunta por su viaje a lo largo de la serie toda, quiere escuchar todas sus peripecias. ¿Estaremos en presencia del verdadero narrador de la historia? ¿Será Tyrion esa voz omnipresente que siempre se le otorgó a Sam? Puede ser.
Luego, una cantidad de escenas sin mucho peso se acoplan, una tras otra en la larga espera para la batalla: vemos a Fantasma junto a Jon, Edd y Sam; Arya y Gendry finalmente dan rienda suelta a su amor (¡!); Jaime, Tormund, Tyrion, Podrick, Brienne y Davos pasan la noche en vela alternando el humor con la seriedad; Jorah recibe de parte de Sam la espada familiar de los Tarly; Podrick canta mientras las parejas unidas o por unir pasan sus últimos minutos juntas (¿acaso Theon será el amor de Sansa?).
Hasta que llegamos al final, esa tan esperada confesión de Jon/Aegon a su amor/tía (¡SÍ! ¡SU TÍA!) Daenerys: él es un Targaryen. Ella, nuevamente, sedienta de sed por el Trono le recalca que de ser verdad él es el heredero. Convenientemente, suena el cuerno: la Gran Guerra contra los Caminantes Blancos se está por desarrollar.
Como dijimos al comienzo, un nuevo episodio de relleno, de planificación. A partir del próximo seguramente vivamos una montaña rusa de sensaciones. Habrá que esperar.