La última temporada de Sweet Tooth es hermosa y esperanzadora

Por fin terminé la tercera y última temporada de Sweet Tooth y estoy hecha un mar de lágrimas. El final fue muy hermoso y me dejó muy satisfecha. Cerró muy bien su trama principal. Y aunque podría criticar una que otra cosita, considero que Sweet Tooth ya es una de las mejores series de Netflix.

En esta temporada, Gus viajo junto a Big Man y sus amigos a Alaska para encontrar a su madre, Pajarita, y de paso intentar salvar a la humanidad. En su camino, se cruzó con nuevos amigos y enemigos. Y finalmente, comenzó su etapa de maduración.

Creo que podría hablar horas y horas del final de Sweet Tooth, pero sólo me centraré en las cosas más importantes, como en el mensaje que da la serie sobre la destrucción del hombre hacia los ecosistemas y cómo, a pesar de ser un animal, se cree superior a los otros seres vivos del planeta.

Me dolió ver cómo Gus pasó de defender a los humanos y de ver siempre lo mejor de ellos, a pensar que merecían la muerte porque todo lo que hacen es pelear, destruir, ser codiciosos, egoístas, rateros, mentirosos, y odiar a aquel que sea diferente.

Justo cuando Pajarita hablaba de que el mundo no estaba roto y el virus en realidad era la cura y los híbridos el futuro, recordé lo que pasó durante la pandemia del COVID-19: los animales tomaron las calles, los ríos y lagos volvieron a estar limpios, el aire estaba puro, y todo porque el ser humano estaba encerrado en su casa y no podía contaminar.

Así que, aunque la serie giraba en torno a encontrar una cura para el virus que estaba diezmando a la humanidad, amé que no la hubiera y que Pajarita fuera la primera en darse cuenta de que la naturaleza necesitaba seguir su curso.

Por supuesto, creo que también hay un mensaje esperanzador al final de Sweet Tooth, pues los humanos restantes recapacitan, aceptan que su tiempo ha terminado y dejan a un lado sus diferencias para vivir en armonía entre ellos mismo y los híbridos el resto de sus vidas.

En cuanto a los personajes, me encantó que Big Man llegara vivo hasta el final. Gus no merecía perder a otra persona en su vida. Y creo que Big Man merecía criar a Gus más que Pajarita, pues convivió más con él. También me gustó la introducción de los nuevos personajes como Siana y su hija hibrida Nuka y Rosie, quien pasó de ser un peón despiadado de su madre a una mujer decidida y libre, que se preocupaba por sus hijos híbridos y su hermana. Sus actuaciones y las del resto del reparto fueron excelentes.

Además, creo que algo que supo hacer muy bien la serie desde el principio fue crear personajes entrañables, bien desarrollados y consistentes, y relaciones complejas. Sobre este último punto, siempre amé que la familia encontrada fuera uno de los tropos centrales de la serie. También amé la revelación final de que un Gus mayor fuera el narrador de la serie todo este tiempo y que les estuviera contando esta historia a sus nietos híbridos y otros niños.

Entre las cositas que podrían criticar de la temporada final, se encuentran algunas inconsistencias en el guion como la facilidad con la que Zhang y los suyos encontraron la cueva cuando a Pajarita le llevó años hacerlo o que Pajarita se zafara rápidamente de sus captores y se interpusiera entre el doctor Singh y Big Man. Otra cosa que no me gustó es que el origen de este árbol de la vida no se explicara a profundidad, ni tampoco el ritual que hizo Thacker al matar al ciervo.

En conclusión, la tercera y última temporada de Sweeth Tooth vale la pena absolutamente, no sólo por sus excelentes actuaciones y personajes bien desarrollados, sino también por sus mensajes sobre el especismo y el cuidado del medioambiente.