Ted Lasso entregó una segunda temporada con algunas dificultades en la cancha
En 2020, a un par de meses de haberse declarado el inicio de la pandemia por COVID-19 y con la incertidumbre de la situación tan desalentadora que se vivía en ese momento, Apple TV+ llegó a reconfortar al público a través del estreno de Ted Lasso, una inesperada serie de comedia protagonizada por Jason Sudeikis que se convirtió en el bálsamo perfecto para sobrellevar la crisis global a través del entretenimiento. El optimismo de su protagonista conquistó a todo público, sin importar que en apariencia era una serie de fútbol, en el fondo era más que eso.
Desde su debut, y con el paso del tiempo, la serie fue conquistando más publicó que cayó enamorado por la historia, público ya ansioso de continuar con una segunda entrega que tenía mucho por cumplir, y tras 12 episodios esta nueva entrega logra un segundo tiempo bien jugado, pero con algunas dificultades dentro de la cancha, pero no logra la emoción que causó la primera parte de este partido.
Cumplir las expectativas de la audiencia sin duda fue EL reto más importante de la temporada al tener que demostrar que el debut no había sido una suerte de principiante; a la vez tenía que mostrar una evolución donde se viera el crecimiento del show, sin traicionar la esencia del mismo, lo cual en muchas ocasiones quedó a deber.
Jason Sudeikis vuelve a encarnar al coach Lasso, al cual ya tiene bien estudiado y medido para mostrar la mezcla de buena onda y un sentido del humor un poco tonto. El gran problema radica en la falta de contrapeso a su personaje: mientras en la primera entrega él era el elemento diferente en un equipo de gente emocionalmente fría, esta vez todos se han adaptado al lenguaje de Lasso y viven una vida mucho más relajada.
Esto mismo da pie a que en momentos se sienta una segunda temporada sin rumbo, sin un mensaje claro de lo que pretende contarnos. Ted Lasso carece de presencia, la relación entre Rebecca y Keely toma segundo lugar para mostrar la que ahora Keely tiene con Roy Kent. Tal vez lo más divertido de ver a estas dos personalidades diferentes entre sí que se adaptan a convivir y por supuesto lo hacen bien. De a poco, la serie toma el rumbo al dejarnos ver el conflicto de Ted con respecto a la ayuda psicológica. Con la entrada de la terapeuta Sharon Fieldstone, Ted vuelve a tener esa relación de equilibrio al verse conflictuado con una cuestión tan necesaria dentro y fuera del campo del AFC Richmond.
A partir de la mitad de temporada y hacia el final es cuando hay más presencia de este conflicto que vive el protagonista, el cual comienza a demostrar esa debilidad qué hay dentro de sí y revela el porqué su buena onda y su humor tan característico han sido fundamentales para seguir adelante en la vida. Nuevamente Ted Lasso se muestra como un personaje lleno de capas, como en la primera temporada cuando lo conocimos en su estado triste al pasar su proceso de divorcio y la separación con su hijo. Ahora enfrenta su pasado y su niñez a través de la terapia, cosa que lo hace sentir incómodo: no es él el encargado de ayudar a los demás, ahora es él quién necesita su ayuda.
Al mismo tiempo vemos el desarrollo de otros personajes, como en el conflicto amoroso que hay entre Sam y Rebecca, debido a su relación jefa-empleado y la diferencia de edades, o la transformación de Nate (el personaje más odiado de la temporada), que durante su camino nos fue preparando para esto a partir de pequeñas acciones, desde el trato con el nuevo aguatero del equipo, su molestia al ver a Roy Kent integrarse al equipo de entrenadores o entender señales románticas por parte de Keely, quien solo se portaba con una buena amiga con él, y por supuesto, no entender que Ted estaba pasando por momentos difíciles que no le permitían tener la atención que lo caracterizó cuando se conocieron.
A pesar de todo, Ted Lasso llega a un final de temporada memorable y sigue manteniendo a su hinchada con necesidad de más tiempo en pantalla para ver qué sucede con ese cliffhanger que nos dejó.