Como persona LGBTQ+, hace tiempo que me preguntaba por qué no teníamos series mexicanas como Queer As Folk, The L Word, It’s a Sin o Compañeros de Viaje. Creo que muchos de nosotros crecimos mirando series LGBTQ+ de otros países, y conociendo más de su historia que de la nuestra. Apuesto que hay muchos que ubican más los disturbios de Stonewall en 1969, que los hechos que desencadenaron la primera Marcha del Orgullo Homosexual en la Ciudad de México en 1979. Y aunque si hemos tenido series con personajes LGBTQ+ (como XY de Canal 11 y más recientes como La Casa de las Flores de Netflix), creo que Tengo que morir todas las noches de Prime Video es la primera en contar cómo vivía y a qué se enfrentaba la comunidad en los años 80, en el inicio de la pandemia del VIH/Sida.
“Tengo que morir todas las noches” es la serie LGBTQ+ mexicana que necesitábamos

Basada en el libro homónimo de Guillermo Osorno, Tengo que morir todas las noches sigue a Guille, un chico que llega al D.F a estudiar periodismo en los años 80. Su búsqueda de libertad e identidad, lo lleva a El Nueve, un bar para la comunidad LGBTQ+ que constantemente se enfrenta al cierre por la sociedad de la época. En ese lugar, Guille encuentra a una familia.
La serie está protagonizada por José Antonio Toledano, David Montalvo, Brays Efe, Silvia Navarro, Humberto Busto, Sophie Alexander y Germán Bracco, y dirigida por Ernesto Contreras y Alejandro Zuno.

Principalmente, amé la serie porque es cruda y brutalmente honesta. Si bien prefiero las series LGBTQ+ donde los personajes no sufren por ser quienes son (como Our Flag Means Death o Good Omens), creo que Tengo que morir todas las noches es una serie bastante necesaria para que no se nos olvide a los LGBTQ+ mexicanos nuestra historia y quiénes lucharon y murieron por nuestros derechos.
Concretamente, aprecié la historia de la mamá de Alonso. Fue una de las tramas que más me hizo llorar. La señora amaba su hijo, pero tuvo que morirse de SIDA para que ella abriera los ojos y dejara de ser homofóbica. Para que entendiera que su hijo había sido feliz amando a quien amó. Y que la desinformación sobre esta enfermedad, era lo que lo había matado, no su cercanía y relación con otras personas LGBTQ+.

En la actualidad, es triste ver aún comentarios despectivos hacia las personas que viven con el VIH. Parece que no hay sensibilidad y que se sigue estigmatizando, culpando y deshumanizando a este grupo como se hacía en los 80. A pesar de que ya hay información sobre este padecimiento a la mano y un tratamiento que les permite vivir con normalidad.
También me gustó la evolución del hermano de Guille. Él odiaba a los homosexuales hasta que tuvo que defender a su hermano y entender que Blas era una persona importante para él. Creo que su historia y la de la mamá de Alonso están ahí para mostrar que las personas sí pueden cambiar, sí pueden ser mejores. Y me agrada que la serie tenga ese sentido de esperanza, no todo es negro. Sí, los personajes sufren, pero también encuentran apoyo en su comunidad y son felices siendo quienes son.

Por otro lado, me agradó la diversidad de personajes y relaciones. Hay representación lésbica con Gloria y Aída, representación gay con Guille y Blas y Carlo y Artie, y representación trans con Nova. Y creo que la serie entiende muy bien a la comunidad, no sólo por la jerga que usa, sino también por presentar problemas que hay dentro de la misma comunidad como Carlo, un hombre gay, no entendiendo por qué Nova quiere transicionar.
En resumen, Tengo que morir todas las noches es una serie necesaria aun en nuestros tiempos. Es visualmente hermosa y tiene buenas actuaciones, un buen soundtrack y un mensaje positivo y esperanzador para la comunidad LGBTQ+. Me hace ruido que no haya tenido la promoción que se merece, pero yo la recomiendo al 100%.