La tercera temporada se salva y se muere por la trama global
Algo me maravilló cuando comencé a ver la tercera temporada de El Marginal: el manejo tan preciso y con tanto gusto de los flashbacks y los flashforwards en el primer episodio nos hace un guiño que todo lo que veremos estará bien, muy bien.
Hay que aceptar que la producción de Sebastián Ortega tiene una trama global muy bien pensada. Tal vez escrita ni bien se confirmaba la continuidad de la serie, tal vez pensada de ante mano, la línea argumental troncal cierra todo el tiempo: cómo comenzó el conflicto de los Borges, cómo siguió, cómo seguirá, todo está unido de una manera tan precisa que hace pensar que estamos frente a una construcción del más avezado arquitecto moderno.
Y así como el comienzo emocionó mucho, el final también. El discurso de Diosito en el camión celular de la policía (mientras la banda de Mario Borges es trasladada a un nuevo penal luego de lo ocurrido al final de la primera temporada) emociona porque afirma lo que estábamos pensando: El Marginal es una serie sobre una familia de ladrones, no sobre un héroe impuesto por la corrección moral, y eso no es bueno, es excelente ya que es diferente.
Pero esa misma escena perfecta que da a entender lo genial de la serie, es lo que también la mata, como explicaremos debajo.
Pero
Más que “pero”, este apartado debería titularse “peros”, plural, MUY plural. El Marginal se repite constantemente en las micro historias, se basa en la fórmula que ya le dio éxito y por eso es muy irregular y apresurada: siempre un extraño de un estrato social diferente es el partenaire (sincero o no) de Diosito y el involucrado en la micro trama de la temporada; siempre hay un conflicto no muy claro o necesario; siempre hay un enemigo interno ultra exagerado; siempre la corrupción policial vence; siempre Diosito es un tonto soñador y Mario un adelantado; siempre se pelean y se reconcilian; siempre, siempre, siempre. Solamente rescatamos el primer y el último episodio de esta entrega, el resto es relleno.
Como dijimos en la introducción, lo mismo que fortalece la calidad de El Marginal es lo que lo mata: el discurso de Diosito dando a entender que la serie es sobre ellos y no sobre lo correcto se siente como un adiós a la trama principal que tan bien hilada estuvo, que en esta tercera temporada cerró cuando descubrimos que el conflicto con el Juez Lunati tiene una razón más amplia y que el secuestro de Luna, su hija, va de la mano con la aparición del personaje de Cristian (todo muy casual y tirado de los pelos, pero bueno…). Que los Borges se encuentren con el personaje de Miguel en lo que será su nueva morada es muy malo para la historia: ahora será todo para adelante, no habrán vueltas para atrás significativas más allá de lo que le sucedió a Miguel para llegar a ser parte de este nuevo penal, y eso es lo que liquida todo.
En resumen
La temporada 3 de El Marginal cae en los vicios de la primera y de la segunda entrega (más de la primera, claro, se parece mucho a aquellos episodios) y ese es un error importante por parte de la producción. Lo que comentamos antes, del cierre de la historia general, también es una decepción, más aún cuando es muy probable que una innecesaria cuarta temporada salga a la luz.
La historia de Mario y Diosito Borges debería haber terminado ahora, y de otra manera.