El terrorismo: el villano perfecto para el cine y las series - Spoiler Time

El terrorismo: el villano perfecto para el cine y las series

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Un adversario que además ha estado presente a lo largo de toda la historia de la pantalla.

El terrorismo en el cine y la televisión, ¡vaya desafío! Después de todo, la historia del fenómeno sociopolítico es larga y compleja, y no hay razón para pensar que su traslado al terreno audiovisual deba ser distinto.

Se piensa que la exploración comenzó a finales de los 60 e inicios de los 70, pues el alza en el número de ataques ocurridos en este mismo periodo resultó en un franco aumento de títulos que abordaban las distintas crisis. Quizá los mejores ejemplos sean las incontables películas de secuestros aéreos surgidas a raíz de la llamada Era Dorada del Secuestro o aquellas centradas en bombardeos ocurridos en territorio británico inspiradas por los cada vez más recurrentes atentados del IRA.

El número de muertes en atentados aumentó considerablemente de 1970 a 1980, al pasar de los 174 fallecimientos globales a los 10,450. Sin embargo, esta cantidad se mantuvo estable a lo largo del resto del siglo XX y sólo fue rebasada en 1997 con 10,924 víctimas en todo el mundo. Esta, aunada al hecho de que el grueso de los ataques sucedían en sitios remotos, fue la razón por la que el terrorismo se normalizó a ojos del mundo y las audiencias, que no tardaron en convertirlo en elemento recurrente del cine de acción y muy especialmente del one-man army. Los personajes de Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis, Chuck Norris, Steven Seagal y Jean Claude Van Damme enfrentaban estas amenazas de manera recurrente y siempre salían avante. Estábamos en buenas manos y no había nada que temer. O tal vez sí…

Estas nociones cambiaron radicalmente en 2001. No por un nuevo pico en el número de muertos que ese año acumuló 7,729, sino por la magnitud del que sigue siendo considerado el atentado terrorista más brutal por su altísimo impacto mediático. Fue en la mañana del 11 de septiembre cuando cuatro aviones de pasajeros despegaron de distintos aeropuertos de los Estados Unidos, ninguno de los cuales llegó a su destino. Los más recordados son el vuelo 11 de American Airlines que a las 8:45 AM se estrelló contra la Torre Norte del World Trade Center de Nueva York, así como el 175 de United Airlines que 18 minutos después, a las 9:03 AM, haría lo propio contra la Torre Sur. El caso de este último fue especialmente estremecedor al ser transmitido en vivo por todo el mundo. La historia de la humanidad cambió ese día y con ella la historia de sus más populares expresiones artísticas, el cine y las series.

El eterno rival a vencer

Terrorismo. Dícese de la “dominación por el terror“, la “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror” y la “actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”. Definiciones frías y sumamente precisas, pero insuficientes para comprender un fenómeno sociopolítico que ha marcado la historia de la humanidad.

Y es que contrario a lo que algunos podrían pensar, el terrorismo no inició ni remotamente cerca del Siglo XXI, pues sus orígenes se remontan al Siglo I, concretamente al año 66 en que un grupo radical conocidos como los sicarii aprovechaba las distracciones de los días festivos para apuñalar a los romanos que se congregaban en Jerusalén. De ellos proviene la palabra sicario. En el XI los hachachín, una agrupación que se caracterizó por actuar bajo la influencia del hachís, ejecutaban misiones suicidas para terminar con los cruzados franceses en Medio Oriente. Así nace la palabra francesa assassin que en español significa asesino. La oficialización del término llegó en el Siglo XVIII, más concretamente durante el Reinado del Terror suscitado durante la Revolución Francesa en el que los jacobinos recurrieron a la intimidación para el sometimiento y no vacilaron en hacerse llamar terroristas.

Este largo recorrido es la razón por la que el terrorismo ha vivido en el imaginario colectivo por generaciones, convirtiéndose en un auténtico trauma cultural que ha sido abordado por el cine y las series desde muy temprano en su concepción. Lo dijimos al inicio, se piensa que su exploración comenzó hacia los 60 y los 70, pero lo cierto es que los primeros proyectos en abordar el tema se remontan al cine silente con títulos tan variados como The Anarchist and his Dog (1907), The Voice of the Violin (1909) y The Anarchist’s Doom (1913). Todos centrados en individuos que, por una u otra razón, pretendían destruir el orden establecido.

El temor que inspira es más que comprensible. Así lo consideran incontables estudios psicológicos que lo relacionan con el miedo innato a la muerte, magnificado en este caso por darse de una manera abrupta y violenta. También por sus francas alteraciones al modo de vida y el orden establecido, que va del endurecimiento de medidas políticas a fenómenos sociales como la xenofobia. Y finalmente la eterna sensación de peligro ante la posibilidad de que cualquiera pueda ser un terrorista. Todo esto enaltecido en los últimos años por una serie de campañas de prevención que invitan a la gente a estar alerta en todo momento con frases que hoy son bien conocidas por todos como “If you see something, say something (si ves algo, di algo)” concebida por el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.

Por irónico que esto suene, estos mismos elementos hacen que el terrorismo sea sumamente cinematográfico. Y no sólo eso, sino que le han convertido en el villano perfecto de incontables películas y series al trasladar la clásica lucha del bien contra el mal al mundo real, con los heroicos protagonistas realizando toda clase de esfuerzos por evitar un fatídico momento climático. Nociones que pueden sonar crueles e incluso fuera de lugar en un mundo contemporáneo cuyos ataques se han tornado cada más recurrentes, por lo que es mejor acudir a los ejemplos desde la propia industria.

Terrorismo desde la pantalla

Abordar el terrorismo desde el cine y la televisión siempre ha sido una labor desafiante. Las adaptaciones de atentados reales casi siempre lo han hecho con el mayor respeto posible, mientras que la ficción fantástica se ha centrado de lleno en la acción y la espectacularidad visual. En ambos casos, el atentado era un momento determinante para la narrativa que bien podía fungir como detonante de las acciones, como el suceso a evitar a toda costa o como el violento clímax. Poco importa la perspectiva, pues el tema se volvió tan común que la industria batalló como pocas veces cuando la realidad fue impactada por un atentado tan cruento que muchos pensaron que su inspiración venía de la gran pantalla.

Las concepciones cambiaron para siempre tras el 9/11. La exploración directa de los atentados vista en cintas como Vuelo 93 (2006) y World Trade Center (2006) fue tibiamente recibida por el dolor que provocaba al recordar los sucesos; los filmes de atentados como Daño colateral (2002) fueron postergados; las películas sobre secuestros aéreos a la vieja usanza se tornaron virtualmente impensables. Ni qué decir de las alteraciones en el imaginario colectivo, al grado que hoy día es imposible ver títulos como Momento crítico (1996) sobre un avión tomado por terroristas que planean colapsarlo en suelo estadounidense sin estremecerse ante sus similitudes con el ataque real ocurrido cinco años después o Contra el enemigo (1998) sobre una serie de atentados en la unión americana. Y aun así, nada de esto ha mermado el interés en el tema.

Así lo demostró La suma de todos los miedos (2002), que sin ser la cinta más memorable de Jack Ryan, destacó por mostrar un atentado nuclear en Estados Unidos sólo un año después del ataque al World Trade Center. Si esto fue posible porque en ese entonces las audiencias tenían la necesidad de saber cómo reaccionarían las autoridades a una crisis de este tipo y más ahora que el mundo occidental había dejado de ser un titán invencible. Una fórmula que años más tarde sería brillantemente heredada por Homeland (2011). Acercamientos a la realidad desde la ficción que bien pueden ser equiparados con el interés generado por Contagio (2011) al inicio de la pandemia.

No menos curiosa ha sido la respuesta desde la no-ficción, pues numerosos creativos han profundizado en atentados más recientes, abordándolos además desde diversas perspectivas, en un esfuerzo por comprenderlos y evitar futuras crisis. Los ataques noruegos de 2011 son un buen ejemplo, pues sin ser los más mediáticos han sido trasladados a una serie y cuatro películas, siendo 22 July (2018) de Paul Greengrass la más conocida de todas.

Ni qué decir de la ficción fantástica, que ha evolucionado de un modo sumamente peculiar ante la creciente amenaza terrorista. Y es que los héroes de acción son necesarios para crear una sensación de seguridad, aunque para lograrla deben hacerlo con ciertas dosis de realismo. Esta es la razón por las que James Bond, quien por años combatió el terrorismo con los gadgets más alocados, dejó atrás esta tecnología para decantarse por equipos más aterrizados y efectivos ante enemigos más oscuros que parecían extraídos del mundo real. Caso similar al de Ethan Hunt de Misión: Imposible, cuya popularidad se disparó ante el creciente número de atentados en el territorio occidental.

Contrario a lo que algunos podrían pensar, el terrorismo no inició ni remotamente cerca del Siglo XXI, pues sus orígenes se remontan al Siglo I.

Casos muy distintos al del ya mencionado one-man army, un guerrero valeroso e invencible en pantalla pero incapaz de reflejar las preocupaciones contemporáneas, lo que le llevó a ser reemplazado por el superhéroe. Personajes netamente fantásticos, pero que en la mente del público son capaces de enfrentar a los adversarios más temibles y con los que nadie más puede. No está de más decir que su baraja de enemigos, de los más aterrizados como Joker a los más imaginarios como Thanos, están construidos sobre bases terroristas al buscar la reestructuración social a partir de la destrucción.

Este metarrealismo ha convertido al terrorismo en un miedo universal e intangible que puede deambular libremente entre la realidad y la ficción, y cuyas bases sirven para explorar las caras más nobles del ser humano, pero también las más oscuras. Una de las amenazas más temidas del mundo real que le convierten directamente en el villano perfecto para la pantalla.

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