La mente quebrada de un anciano afectado por la demencia impacta, pero…

Florian Zeller es, de acuerdo al periódico Times, “el dramaturgo más apasionante de nuestro tiempo”, con más de 10 obras escritas, representadas en más de 45 países se ha convertido rápidamente en una figura de renombre internacional. Ahora nos llega su primera incursión como director, adaptando la obra de su autoría The Father (El Padre), la cual cobró fama internacional desde que se estrenó en 2012 ganando cada año los premios más reconocidos del cine de su natal Francia. Incluso el mismo Times la llamó una de las mejores obras de teatro de la década. Esta semana se estrena en cines, y está nominada a los Oscar en los rubros de Mejor película, Mejor adaptación, Mejor Actor, Mejor actriz de reparto, Mejor montaje y Mejor diseño de producción.

Se nos cuenta la historia de Anthony (Anthony Hopkins), un necio octogenario que se rehúsa a recibir ayuda ya que considera que aún está apto y fuerte para valerse por sí mismo. Sin embargo, su hija Anne (Olivia Colman) insiste en contratar una enfermera que lo cuide ya que para ella le es imposible hacerlo por su trabajo y además está afectando su propia vida personal. Así, con la llegada de Laura (Imogen Poots), se despiertan viejas memorias que lo comienzan a afectar y a alterar su percepción de la realidad.

Durante los 97 minutos que dura la cinta Zeller nos sube a la montaña rusa que son las memorias y las emociones del viejo Anthony, ya afectado severamente por la demencia senil. El tejido de la realidad se convierte en un rompecabezas lleno de giros que igual nos emociona y enternece pero al mismo tiempo nos desespera y asusta. Todo esto se logra gracias a la perfecta actuación de Anthony Hopkins, que nos brinda una de las mejores de toda su carrera. Brincando de sentimiento en sentimiento nos lleva del enojo a la alegría, de la ternura a la depresión, una performance que merece ganar el Oscar por lo intensa y perfecta que es.

Su contraparte es Olivia Colman, quien equilibra muy bien la trama al representar a la hija de Anthony, una mujer preocupada por cuidar a su padre pero también por vivir su vida. Si Anthony Hopkins da unos giros de timón soberbios, Colman responde a cada uno de ellos pero en sentido contrario.

El guion está perfectamente escrito para funcionar con estos elementos mínimos. Los diálogos entre Anthony y su hija, y en ocasiones sus cuidadores, dan cohesión a las secuencias que, aunque parezcan inconexas, lo están porque representan la fragmentada mente de alguien afectado por la senilidad (al estilo de Charlie Kaufmann).

Aunque es la ópera prima como director de Zeller, la realización no parece de novato. Él tiene una gran experiencia en el teatro que se nota, centrándose en la interpretación de los actores y moviéndose dentro del departamento como un gran set en tres dimensiones (en momentos nos recuerda a The Party de la genial Sally Potter y a The Roads not Taken de la misma autora) en donde todo funciona como un gran reloj suizo que no oculta su origen teatral.

Limitada a una sola locación, la casa de Anthony, la cinta está perfectamente montada para fluir para transmitirnos ese sentimiento de encierro y de repetición que nos ayudan a empatizar perfectamente con el protagonista, entenderlo y desesperarnos con él en busca de una respuesta.

Una cinta tan perfectamente montada, actuada, escrita y dirigida funciona como un todo para representar perfectamente la mente dañada de una persona de edad, llámese demencia o Alzheimer. Y es un retrato tan crudo y severo que en momentos podrá incomodar a las personas que estén lidiando con un problema similar en casa. Sin embargo, para los demás es una forma de brindarle una mirada más humana a este mal degenerativo y, sobre todo, a valorar a los ancianos.

The Father (El Padre) es un intenso drama acerca de la fragilidad mental de las personas de la tercera edad. Anthony Hopkins nos brinda una actuación memorable, a la altura de las mejores de su carrera, y Olivia Colman está en su mejor forma. El montaje, aunque es en esencia minimalista, no lo es en la forma de contar la historia ya que nos lleva por un laberinto de memorias, emociones y sentimientos.

Florian Zeller nos entrega un drama tan bien armado, escrito y actuado que se perfila como uno de los mejores que hayamos visto en los últimos años. Los hará salir del cine con un nudo en la garganta.