5 razones para ver The Knick

Considerada como una de las mejores series del 2014, que está replicando su éxito en este 2015, The Knick es, sin dudas, imperdible a menos que seas sensible e impresionable.

Dirigida, montada y filmada -muchas veces ha oficiado de camarógrafo- por Steven Soderbergh y protagonizada por Clive Owen, la serie cuenta la historia de un hospital de Nueva York, el Knickerbocker ubicado en Manhattan, en el 1900. Los protagonistas son, más allá de sus personajes, los avances de la medicina que se ha logrado en el interior de este establecimiento.

¿Por qué debes ver The Knick?

La historia que narra The Knick es por demás tentadora ya que no cumple con los chichés de la medicina en la TV, sino que su apuesta es a la calidad visual. Con mucho respeto por el armado del cuadro, donde se exhibe una idea clara, particular y específica de puesta en escena, Steven Soderbergh exprime sus conocimientos de la narración audiovisual en cada toma. Solo basta chequear el primer episodio de la primera temporada.

El director de Traffic (2000) no sólo es multifunción, sino que impregna al producto de su magia cinematográfica.

No es una primicia el anunciar que Clive Owen es un gran actor y sus cualidades están a la vista en esta serie que encabeza de manera correcta. El Dr. Thackery (Clive Owen) es un brillante cirujano, pero también arrogante, creído y maníaco. Sus tratamientos experimentales lo llevan por buenos y no tan buenos caminos, y mientras el hospital se rodea de personas y situaciones que complican el trabajo en el hospital, su personaje se sube a un crecimiento actoral contante. La evolución o involución del mismo está tan bien reflejada que es imposible ver una fotografía del actor sin relacionarlo con el personaje.

Los actores que comparten elenco con el inglés no son menos: Andre Holland (Dr. Edwards), Jeremy Bobb (Herman Barrow), Juliet Rylance ( Cornelia Robertson) y tantos otros, enriquecen la serie y construyen una ciudad y una época lejos del color ámbar de los flashbacks, sino más palpable y mundana que fortalecen narrativamente la serie.

El género de The Knick es indescifrable, pero de un estilo muy marcado que lo empuja al término “de autor”. Al terminar la temporada hay tantos personajes y frentes abiertos, tantas variables hacia dónde puede virar la serie, que no sabemos qué nos deparará el futuro.

En realidad sí: a una segunda temporada que mejora lo visto, pero no en términos de género o narratividad. Lo bueno de The Knick es no saber, ni siquiera intuir, hacia dónde va la historia.

Por otro lado, la capacidad de trabajar relatos corales, en los que el eje puede girar en cualquier momento y no hay nunca un destino del todo claro salvo el estilo es parte de una serie de autor que siempre defiende los mismos estandartes: una buena puesta en escena, maximizar recursos, no caer en los clichés televisivos y no ser predecible. 

Jack Amiel y Michael Begler, los creadores y escritores de la serie son, junto a Soderbergh, los responsables de esta genialidad televisiva.

Más de una veintena de personajes e historias alimentan esta serie que funciona de excusa para mostrar un contexto social que está lejos de ser un todo armonioso. 

Las enfermeras, varios pacientes, esposas, padres, potenciales novias, millonarios, damas de sociedad, prostitutas, médicos y varios más construyen a The Knick y la hacen más abierta y no tan centrada en un protagonista. Si bien tiene una trama principal, la cantidad de sub tramas es impensada para otro tipo de serie. Pocas lo han manejado tan bien.

Siempre como excusa, la historia del hospital ejerce una mirada amplia a la sociedad neoyorquina de esa época, usando los adelantos (o no) en la medicina como forma de enfrentar las distintas maneras de enfrentarse a un mundo cambiante de personajes divididos por su condición social, racial o generacional. Es una serie que hablará sobre los sindicatos, sobre la construcción del metro de Nueva York, sobre los negociados políticos, sobre el racismo de la alta sociedad a la vez que muestra a algunos de sus miembros tratando de adaptarse y hasta de generar nuevos modos: de operar, de tratar a los miembros de otras razas o religiones, y hasta metiéndose a analizar cómo se manejaban cuestiones de género entonces.

La serie propone o incita al espectador a curiosear en la historia no sólo de Nueva York, sino de toda la humanidad, como ha ido modificando comportamientos y actitudes. Como llegamos a ser lo que somos.

Ya por el último tramo de la segunda temporada, la serie continúa evolucionando y goza de buena salud. Los guiones de Jack Amiel y Michael Begler están a la altura de la dirección de Soderbergh, explorando más en profundidad a sus personajes y la situación social en Nueva York en aquellos años y le quitaron peso a las aventuras del Dr. Thackery.

De este modo, The Knick se compromete con su público, le quita de un manotazo el polvo a las series de época y pretende contar una historia un poco menos obvia que en la primera temporada. Visualmente, es de las series más preciadas, hasta con las desagradables operaciones quirúrgicas, esas que sufrirán los impresionables por la abundante sangre que se derrama por los pasillos del Knickerbocker.