The Summer I Turned Pretty es más que un bello coming-of-age
“¿Qué hace un tipo de 32 años viendo una serie adolescente donde los personajes tienen la mitad de su edad?”, fue la pregunta que me hice mientras veía y disfrutaba cada uno de los siete episodios de la primera temporada de The Summer I Turned Pretty. Sin llegar a una respuesta, seguía avanzando y no podía dejar de ver esta producción que tenía completamente fuera de mi radar y a la cual no le hubiese dado una oportunidad de no ser porque me vi “invadido” al reportar noticias de su próximo estreno.
No voy a negar que la imagen de un verano idílico lleno de personajes adolescentes bellos fue una de las razones por las cuales no me negué a verla. Era como si de alguna manera buscaba proyectarme en esta parafernalia de la belleza y en cierto modo querer volver a esos años, a lo que el día de hoy puedo llamar la mitad de mi vida. Sin más que esperar, solo una historia de romance protagonizada por la joven llamada Belly que sería el interés amoroso y el conflicto de dos hermanos, me dispuse a verla encontrando que poco a poco este coming-of-age tendría más que una simple historia de romance: se hablaría sobre lo fugaz que es la vida para todos.
Esta serie, que en español lleva el título El Verano en que me Enamoré, está basada en el primer libro de la trilogía Summer, escrita por Jenny Hann, a quienes muchos ubicarán por su famosa trilogía To All the Boys que fue adaptada en una trilogía de películas para Netflix, la cual nunca vi pero tenía una idea sobre la historia. Así que, por lo tanto, reitero, estaba preparado para lo peor. Aunque una sola cosa me daba esperanza, ya que días previos a su estreno, Prime Video había anunciado su renovación y eso me generó curiosidad al saber por qué lo habían hecho por adelantado.
La historia se centra en Belly, una chica a punto de cumplir los 16 años que desde que tiene conciencia todos sus veranos los ha pasado junto a su madre y su hermano mayor en la casa de la mejor amiga de su madre, quien tiene dos hijos, Conrad y Jeremiah, con los que ha convivido siempre y que son una especie de hermanos para ella. Siendo la más chica del grupo, Belly siempre fue vista como un entretenimiento para las bromas de los tres hombres, incluyendo las de su hermano de sangre Steven. Pero este año para Belly el verano pinta diferente porque ha madurado en pensamiento y también en apariencia física, sabiendo que atrás quedaron los juegos de niños: ahora está dispuesta a comenzar su vida amorosa y por fin tener una historia que contar como las chicas de su edad. Pero más importante aún, lograr que Conrad, su amor platónico, por fin le haga caso. Su encuentro con sus “hermanos” mostrará que aunque ella ha cambiado, y todos lo notan, tal vez su deseo no se cumpla, aunque no desperdiciará la oportunidad de vivir un verano en el que se enfrentará a descubrir el mundo por sí sola.
La sola premisa me parece totalmente cursi, tal vez a algunos de ustedes también, y no lo voy a negar, en realidad lo es. La serie no oculta su base de ver cómo nuestra protagonista se enfrenta al mundo ahora que sabe que este es el verano en el que se puso bonita, tal como se traduce el título original de la serie y de la novela. A lo largo de los siete episodios se muestra cómo esta chica busca una sola cosa: el amor. Pero más allá de esto, las tramas y cómo se cuentan las situaciones que se dan a su alrededor comenzaron a interesarme ya que generan un peso argumental fuerte en el resto de la serie. La primera de ellas fue la naturalidad de retratar la bisexualidad de Jeremiah, uno de los dos hombres jóvenes protagonistas, sin que este tópico se vuelva un escándalo o una situación para abordar de forma descomunal.
También, al ser una serie dirigida para adolescentes y tratándose de una historia romántica, me sorprendió ver la representación del uso y consumo de alcohol y drogas. Estas sustancias están presentes en las vidas de los jóvenes. Puede sonar tonto, pero esa representación normal me gustó, porque nunca buscan satanizar su consumo, y tampoco promoverlo, solo dejan claro que, para bien o para mal, a esa edad muchos comenzamos a beber o a consumir drogas, según sea el caso. De hecho, de una forma muy elegante y sin centrarse en hacer un drama por ello, plantea las consecuencias de su abuso.
Otro de los puntos notorios fue la representación de la pérdida como un sentimiento que se vive desde diferentes formas de acuerdo a la persona que lo enfrenta. El primer caso que vemos en la serie es el de Conrad, quien se enfrenta al rompimiento con su novia. Aquí me gustaría resaltar la actuación de Christopher Briney, quien me recordó a un joven Leonardo DiCaprio y a un joven Robert Pattinson. Aunque de a poco se revela la verdadera razón de su tristeza, la cual es muy fuerte, Briney logra darle a Conrad, su personaje, una serenidad y madurez para alguien que atraviesa una dura situación a sus 17años, contrastando completamente esta actitud con seguir siendo un joven inmaduro y que se enfrenta a los temas del amor.
Este sin duda fue uno de los grandes ganchos en los que empecé a sentir mayor empatía por la serie en general, el cual se detonó al revelarse que Susannah Fisher, la madre de Conrad y Jeremiah, estaba luchando contra el cáncer por segunda ocasión. Esto da pie para entender mejor la cercanía y el amor incondicional que tiene por su amiga Laurel, la madre de Belly. Susannah muestra que tanto a su dolor como a la pérdida de su vida busca afrontarlos con la mayor felicidad que pueda obtener de sus últimos días. Mientras, Laurel se da cuenta que su vida está por cambiar con la idea de la inminente muerte de su amiga, dándose cuenta que se vive una sola vez, dejando atrás toda su filosofía de rectitud ante cualquier situación.
Toda la situación con Susannah da paso a una conexión con el derrotero de los personajes más jóvenes, quienes al enterarse de esta situación se juzgan a sí mismos por su falta de comprensión y acción ante una situación paralela que sucedía mientras ellos vivían su vida. La misma narrativa de la historia no juzga a los personajes más jóvenes ni los culpa de nada, solo retrata un sentimiento que muchos hemos vivido al no perdonarnos seguir existiendo mientras otros pasan por situaciones sumamente fuertes.
En conclusión, El Verano en que me Enamoré logra ser más que un bello coming-of-age lleno de romance para abrir paso hacia su final a una bella historia de amor familiar en un círculo configurado por una nada tradicional familia conformada por dos amigas y sus respectivos hijos, pero sin olvidar que todo se ve envuelto en ese bello verano el cual hizo que esos jóvenes no se enfrentaran solo al tema de crecer en donde el amor en pareja se vuelve un tema importante de esta etapa, sino a la situación de afrontar que su vida como niños había quedado atrás y que crecer también es madurar.
Uno de los detalles más increíbles de la película que reunió al ícono de Chicago Bulls con las estrellas de los Looney Tunes tiene que ver con la elección del árbitro. ¿Lo habías notado?