Una de las mejores series del 2014 fue sin dudas True detective y pocas personas podrán discutirlo.
En el 2015 la segunda temporada llegó ante los fans con una mixtura de expectativa y duda: que ningún actor va a estar a la altura de Mattew McConaughey; que sin Cary Fukunaga la dirección no iba a ser la misma; que qué podrá hacer Nic Pizzolato luego de una temporada inaugural triunfante.
En fin, a medida que la historia tomaba forma las críticas aumentaron y así también el descontento del espectador que en general, según creemos, se ha puesto demasiado exigente luego de tanta parafernalia filosófica. Esto es así: la indigencia existencial inmersa en los monólogos de nuestro aclamado Rust Cohle no era más que una figura pintada que contribuyó, y muy exitosamente, a reforzar el atractivo de la serie.
Pero, no por esta plena satisfacción que sin dudas marcó un piso muy difícil de superar tenemos que destrozar la segunda entrega: True detective es un proyecto que persigue cambiar de piel año a año, cambiando las estructuras, el equipo creativo y con un estilo que subordina la sustancia narrativa.
En primer lugar los hechos se sitúan en Vinci (en realidad se filmaron en Vernon, California), una ciudad dedicada a la actividad fabril y presentada casi como una fantasma. Es claro que ya no son las rutas deshabitadas de Louisiana las que conectan los hilos de la historia pero, las tomas áreas de la ciudad y las autopistas de Los Ángeles han logrado presentarse como figuras-reflejo de la alienación moderna y la corrupción cívica, dos temas que se discuten capítulo a capítulo; con una urbe que demuestra ser la descomposición que cada uno de los personajes lleva dentro.
Por otro lado, la multiplicidad de protagonistas (Ray Velocoro, Frank Semyon, Ani Bezzerides y Paul Woodrugh) reunidos en torno al asesinato de un cabecilla mafioso, hace que los conflictos de cada uno se ahonden de un modo más presuroso -pero no escaso- que lo que nos tenían acostumbrados Rust y Marty en la primera entrega.
El reto final de la segunda temporada es, llanamente, resolver un asesinato. No abundan los planteos ontológicos porque el foco narrativo está puesto en la corrupción, la inmundicia urbana -aquí la importancia de la ciudad como un elemento más- y la moral de cada personaje que nos interpela como espectador y, por qué no, como ciudadanos.
Aún no tenemos confirmación oficial sobre una tercera temporada pero los directivos de HBO se muestran interesados en seguir trabajando con Pizzolatto, a quien consideran uno de los mejores guionistas actuales de televisión.