En papel, la historia de Un papá pirata, dirigida por Humberto Hinojosa Ozcariz (I Hate Love), posee un tratamiento original; sin embargo, en la ejecución, todos los elementos humorísticos que tiene la película y que por momentos usa a su favor para diferenciarse de otras cintas con premisas similares, se ven eclipsados por un melodrama innecesario y que se ve especialmente forzado durante el tercer acto del filme. Las transiciones entre la comedia y el melodrama y la indecisión del proyecto entre lucir como algo comercial y algo un poco más independiente resultan frustrantes por aquellos elementos de la historia que son interesantes y divertidos, pero que en Un papá pirata nunca logran mezclarse de manera fluida. Por decirlo de otra manera: Un papá pirata deja la sensación de haber visto tres películas distintas en una sola, ya que el guion nunca define qué historia va a contar y en qué tono va a hacerlo.
Un papá pirata cuenta la historia de Ian (Luis de La Rosa), un joven que se entera de la identidad de su padre biológico justo antes de la muerte de su abuela. Esta revelación lleva a Ian a buscar a su padre, André (Miguel Rodarte), un actor venido a menos que se dedica a dirigir un negocio de botargas en el que apenas cuenta con la ayuda de un par de empleados. Por culpa de un malentendido, Ian termina trabajando para André, oportunidad que el chico ocupa para ayudar a su padre a reorganizar su vida, lo cual resulta complicado cuando Ian se da cuenta de la adicción al alcohol que André posee desde hace algunos años. Con el apoyo de Sara (Natasha Dupeyrón) y Vaquita (Slobotzky), Ian tendrá unos días para cumplir su propósito y resolver el conflicto que este acercamiento le provocó con su madre, Bea (Dominika Paleta), y Jorge (Andrés Almeida), el padre que lo educó.
El guion de Un papá pirata tiene varias oportunidades de desarrollar su tema principal (la búsqueda de identidad) de forma original a través de la comedia. Encabezado por Miguel Rodarte (Macho) y Luis de La Rosa (Luis Miguel: La serie), Un papá pirata es un filme que en teoría debería funcionar como entretenimiento puro, no sólo por el humor que brinda la idea de usar botargas en escenarios fácilmente reconocibles para cualquier mexicano, sino también por el talentoso elenco que se encuentra debajo de estos disfraces y que tiene la capacidad de manejar el material a su disposición sin buscar la risa fácil o caer en lo caricaturesco.
Además, desde su cinta I Hate Love (2012), el director Humberto Hinojosa Ozcariz ha destacado por el estilo particular que posee, el cual tiene ideas y marcas visuales de un cine independiente que son fáciles de adaptar a un producto de consumo masivo como aquel que distribuye Videocine. Como prueba de lo anterior, sólo basta recordar Camino a Marte (2017), proyecto de Hinojosa Ozcariz con una idea fuera de lo común pero que se vendió a un público más amplio con la ayuda de su elenco, el cual incluía a Luis Gerardo Méndez y a Camila Sodi. Esto es importante de mencionar, ya que en Un papá pirata, Hinojosa Ozcariz hace algo similar y aunque no es del todo exitoso, el realizador logra diferenciar su trabajo de las demás comedias románticas y familiares que esta distribuidora tiene en su catálogo.
Pero...
La historia parece estar atrapada en una serie de requerimientos que le exigen dos cosas en específico: melodrama y un final feliz. Y aunque es posible tener ambos y desarrollar una historia que llegue a eso de forma natural, Un papá pirata tiene un problema de tono con su elenco y con ciertas tramas secundarias que desarrolla en distintos géneros dependiendo de la escena. Mientras las actuaciones de Luis de La Rosa, Miguel Rodarte y Natasha Dupeyrón están en un registro más cercano a la realidad, existen momentos en el guion que los sitúan en contextos totalmente exagerados que terminan por sacar al espectador de la ficción que se desarrolla en la pantalla grande. Un ejemplo de esto son los cameos de Ernesto Laguardia y Adal Ramones, cuyas intervenciones tratan de brindarle cierto realismo a los procedimientos, pero que terminan por ridiculizar los conflictos del personaje de Miguel Rodarte.
Asimismo, algunas tramas secundarias resultan totalmente innecesarias, como aquella que involucra a Gaspar (Juan Pablo Medina) y la banda que tiene con el papá-no-biológico de Ian, Jorge (Andrés Almeida). Toda esta subtrama eventualmente tiene un punto de encuentro con la trama principal, pero su presencia en la cinta es únicamente para provocar una emoción fácil en el público y para suavizar un desenlace que pudo haber sido tratado de una manera más honesta y menos banal que aquella que ofrece el guion. En la misma línea, existen varios personajes que no tienen absolutamente ningún propósito en la historia excepto ocupar espacio en el póster de la cinta, tal y como ocurre con aquellos que interpretan Dominika Paleta, Paco Rueda e Isabella de la Torre, quienes son malgastados por completo en escenas que bien pudieron haberse quedado en el cuarto de edición.
Veredicto
Un papá pirata se siente como una oportunidad desperdiciada para entregar al público una comedia familiar un tanto más compleja que aquella que ha visto este año en cintas como Mamá se fue de viaje o ¿Conoces a Tomás? Más cercana al churro que fue Paraíso perdido (2016) que a la atípica I Hate Love (2012), Un papá pirata es un proyecto con resultados regulares en la filmografía de su director Humberto Hinojosa Ozcariz, realizador que sigue dando señales de tener una propuesta y estilo muy particulares que probablemente funcionarían de forma más interesante lejos del circuito comercial que últimamente se ha caracterizado por seguir fórmulas y, hasta cierto punto, vender los mismos proyectos con distintos empaques.