Desde el año 2000, Dora, la exploradora es uno de los personajes más conocidos entre el público infantil. Por lo anterior, es sorprendente que la caricatura apenas llegue a la pantalla grande con una adaptación que no está totalmente segura de la audiencia a la que quiere dirigirse. El resultado final de este filme (quizá por accidente) es una historia totalmente camp: totalmente extravagante pero entretenida. La adaptación disfraza su naturaleza de producto comercial gracias a un guion que está consciente de lo risible que es esta empresa y cuyo humor constantemente hace referencias a ello. Por esto, Dora and the Lost City of Gold (Dora y la Ciudad Perdida, 2019) resulta un tratamiento inesperado del material existente que cuenta una historia que es perfecta para ver en familia.
En su película, Dora Márquez (Isabela Moner) es una joven de 16 años que siempre ha vivido en la jungla. A pesar de esto, sus padres, Cole (Michael Peña) y Elena Márquez (Eva Longoria), creen que es tiempo de que Dora conviva con gente de su edad. Es así que mientras ellos se dirigen a la ciudad perdida de Parapata, Dora es obligada a mudarse a la ciudad con sus tíos y su primo Diego (Jeff Wahlberg). Acostumbrada a los animales y a las aventuras que vivía en la jungla, Dora es víctima de bullying en su nueva escuela gracias a su excéntrica personalidad. No obstante, durante una visita de la escuela a un museo de arte antiguo, Dora es secuestrada por mercenarios que buscan encontrar el tesoro de Parapata y que necesitan la investigación de los padres de Dora para cumplir su objetivo. Es así que la protagonista tiene la oportunidad de regresar a su entorno natural y usar todo su conocimiento sobre la jungla para salvar a sus seres queridos y proteger a Parapata de la ambición de este grupo de criminales.
Dora and the Lost City of Gold no tarda mucho en hacer referencia a la caricatura en la que esta basada. En la secuencia inicial, Dora (interpretada por Madelyn Miranda en estas escenas) es exactamente como su contraparte televisiva: una niña con un soundtrack interminable que constantemente rompe la cuarta pared para dirigirse a la audiencia. Sin embargo, cuando esta secuencia termina, el guion saca al espectador de la caricatura y sitúa a Dora en el mundo real, donde todo lo que ha sucedido hasta ese momento sólo se encuentra en la cabeza de la niña. Diez años después, la protagonista sigue rompiendo la cuarta pared pero ahora sus padres comentan lo extraño de su conducta, dejando en claro la naturaleza autorreferencial que tendrá el filme el resto de su duración y tomando los elementos que han hecho famosa a la caricatura como una fuente inagotable de humor. Incluso la personalidad de Dora se integra al guion de una forma muy inteligente, ya que respeta por completo la naturaleza positiva del personaje pero sitúa a este en una realidad donde alguien como ella sería completamente irritante. No obstante, lo anterior también sirve para transmitir una de las moralejas de esta historia: a pesar de que pocas personas la entienden, Dora se mantiene fiel a sí misma y a sus valores, lo cual la convierte en aquella heroína perfecta de la televisión que todos sus seguidores conocen.
Asimismo, es evidente la ambición del guion de Nicholas Stoller (Neighbors 2: Sorority Rising) y Matthew Robinson (Monster Trucks) por llegar a distintos públicos. Dora and the Lost City of Gold tiene todos los elementos que los niños y niñas disfrutan de la caricatura, pero esta versión del personaje también presenta modificaciones a su contexto que son necesarias para que un público joven (y quizá adulto) también la disfrute. Para empezar, los personajes secundarios tienen un mayor peso y aunque Dora sigue siendo la protagonista, el filme no podría existir sin el resto del elenco. Tanto sus amigos como sus padres, así como el antagonista interpretado por Eugenio Derbez, tienen oportunidad de brillar en la historia, haciendo de Dora and the Lost City of Gold una aventura de ensamble que denota influencias de franquicias como Tomb Raider, Indiana Jones o National Treasure (por supuesto, dentro de un contexto más familiar e infantil). Cabe destacar que este experimento funciona en gran parte gracias a la actuación de Isabela Moner (Instant Family), quien logra que la personalidad maniática de Dora sea entrañable por la sinceridad con la que la interpreta. Moner exagera sólo lo suficiente a su personaje para retener su esencia pero también le da un toque de humanidad que la caricatura no tiene y que funciona perfectamente en esta adaptación y, en específico, en las escenas del guion que demandan un poco de seriedad a los procedimientos.
Pero...
Por todo el esfuerzo que hace el guion, la película dirigida por James Bobin (The Muppets) no puede deshacerse por completo o encontrar una forma más original de incorporar algunos elementos que rompen por completo con la suspensión de incredulidad de esta ficción. Quizá el mayor ejemplo de esto sea la presencia de Botas y Zorro, animales pobremente animados que bien pudieron ser parte de la imaginación de Dora, tal y como sucede con todos los demás elementos caricaturescos que aparecen en la escena inicial o en otra hilarante secuencia animada que ocurre a mitad de la cinta. El uso de estos personajes demerita un poco la adaptación que hace el filme de Dora al un mundo real, sobre todo cuando estos animales hablan con ella y otros personajes como si fuera lo más normal del mundo. Lo anterior probablemente hubiera funcionado mejor si la animación de Botas y Zorro fuera sobresaliente, pero su inclusión en la historia se siente apresurada y defectuosa, tanto visual como narrativamente.
Otro aspecto muy notable que daña el proyecto es el evidente cambio que hace entre locaciones reales y sets de filmación, lo cual es incomprensible en una cinta de esta magnitud y de una marca que tiene millones de consumidores en el mundo. Para una cinta que se desarrolla casi en su totalidad dentro de una jungla, es imperdonable que las locaciones, algunos de los vestuarios y gran parte de la dirección de arte se vean y se sientan tan artificiales. Tomando en cuenta el presupuesto de 49 millones de dólares que tuvo la película, estos errores son descuidos que el proyecto no debería permitirse, en especial si sus intenciones incluían generar una franquicia alrededor de este personaje.
Veredicto
Hay varios aspectos de Dora and the City of Gold que deben celebrarse. La inclusión y representación de la comunidad latina en la historia es digna de aplaudirse, ya que el estudio fácilmente pudo hablar “blanqueado” la caricatura en favor de los estándares hollywoodenses de belleza y que sin duda, pudieron haberse traducido en más ingresos para el estudio. Igualmente, la adaptación que Stoller y Robinson hacen de Dora a nuestro mundo es muy ingeniosa al hacer de la esencia del personaje un motivo para reírse de lo extraño que resulta ver a una caricatura ser interpretada por actores de carne y hueso. Con todo esto, la parte visual nunca puede igualar las ambiciones del guion gracias a una producción bastante descuidada y que se ve de bajo presupuesto la mayor parte del tiempo. Lo anterior, desgraciadamente, resta la sensación de aventura épica que el guion se esfuerza por construir, pero que visualmente remite a la caricatura por una manufactura digna de la pantalla chica.