Volando a casa, la película que no puedes creer que se basó en hechos reales
La película basada en la vida de Bill Lishman.
Hay historias que, cuando se llevan al cine, parecen tan extraordinarias que uno duda de su veracidad. Volando a casa, de 1996, es una de ellas. Inspirada en eventos reales, esta película cuenta la asombrosa historia de una familia que enseña a un grupo de gansos a migrar siguiendo un avión ultraligero. Aunque el filme dramatiza algunos aspectos para capturar la atención del público, la realidad detrás de esta historia es igual de fascinante y peculiar.
Todo comenzó con un hombre innovador y soñador, llamado Bill Lishman. Escultor de profesión, tenía un espíritu curioso y una pasión por la aviación, aunque un detalle físico se lo complicaba: era daltónico, lo que le impidió unirse a la fuerza aérea. Sin embargo, eso no detuvo sus aspiraciones, y pronto se dedicó a construir pequeños aviones, convirtiendo su pasión en un proyecto familiar.
La chispa para esta increíble hazaña surgió gracias a un amigo de la familia, un presentador de un programa sobre naturaleza, quien en un episodio exploró el comportamiento de gansos y cisnes durante su migración. Inspirados, combinaron este tema con la pasión por volar, dando inicio a un experimento que sería tanto científico como aventurero: enseñar a las aves a seguir a un piloto en ultraligeros para guiar su ruta migratoria.
El primer intento comenzó con algo mucho más modesto: una moto. La familia entrenó a un grupo de gansos para seguir el vehículo, pero las aves se apegaron tanto al aparato que no entendieron la transición al avión. Aprendieron de la experiencia y, al año siguiente, comenzaron directamente con los ultraligeros, logrando que los gansos se adaptaran y volaran junto a ellos.
Durante años, el proyecto se repitió con éxito. La familia acompañaba a los gansos en su migración anual, volando a apenas 30 metros de altura sobre la costa este de Estados Unidos. Cada día viajaban entre cuatro y cinco horas, haciendo paradas en diferentes puntos del país. Estos viajes no solo permitieron a las aves llegar a sus destinos, sino que también les dieron a los protagonistas una perspectiva única de los paisajes estadounidenses y una conexión especial con la naturaleza.
La historia llamó la atención de los medios y, eventualmente, Columbia Pictures adquirió los derechos para adaptarla al cine. Aunque la película se tomó ciertas libertades, como modificar la dinámica familiar para añadir un toque dramático, como hacer que la madre estuviera muerta (cosa que no era real), los eventos centrales, desde los vuelos hasta la convivencia con los gansos, se mantuvieron fieles a la realidad.
La vida real detrás de las cámaras
Uno de los aspectos más interesantes de la historia que no llegó a la pantalla fue la peculiar casa subterránea de la familia, un detalle que los realizadores consideraron “demasiado increíble” para el público. Una de las tantas cosas que había construido Bill Lishman para su familia era una casa bajo tierra, en la que actualmente viven su viuda y uno de sus hijos.
Más allá de haber modificado este aspecto, el espíritu aventurero del padre y su rol en el proyecto sí quedó reflejado: Bill Lishman fue doble de riesgo en varias de las escenas aéreas, demostrando que su pasión por volar trascendía cualquier límite.
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