La mayoría de los conceptos que nos atraviesan e influyen en cada área de nuestras vidas han sido elaborados, convencionalmente, por la cultura imperante. Y el amor no escapa a esta regla. Si bien el amor -o el cariño, pues muchos y muchas no creen en tal concepto “amor”- puede expresarse de muchísimas formas, es al amor-en-pareja que se le da una dimensión especial: se piensa como un estado ideal del ser humano, en el que vivirá toda su vida acompañado, lejos del estado sombrío que en nuestra cultura se denomina “soledad”.
Pero claro que el estado de enamoramiento es un estado fugaz que no dura más que unos meses. Lo que sí dura más tiempo es el sentimiento de amor, que se establece y se cultiva día a día para proteger el lazo con el otro.
Ahora bien, en contraposición con el “amor romántico”, ese que supone encontrar a la media naranja que complete nuestro ser y nos haga sentir plenos, yo propondría el concepto de “amor sano”, una visión un poco más realista, flexible e igualitaria que se forje poco a poco al gusto de las partes involucradas.
Estaría genial rever el modelo de vínculo entre un hombre y una mujer o entre personas del mismo sexo: pues éste está basado en premisas que muchas veces no son equivalentes a casos que se dan en el mundo real, por no decir imposibles y muy difíciles de conseguir. Premisas tales como “hasta que la muerte nos separe”, los celos, la necesidad de vivir la pareja en exclusividad (apartándose incluso de los amigos), el anularse como persona para pasar a ser una pareja o el sufrimiento que conlleva una ruptura (sobredimensionado por el entorno y la sociedad), son cualidades que parecen más diseñadas para el sufrimiento que para el goce. Aun así, continuamos con ellas.
¿Cuáles son los efectos de seguir reproduciendo este modelo?
La sociedad toda con el bombardeo de signos: medios de comunicación masivos, novelas, series de televisión, películas; manda mensajes diferentes a ambos sexos sobre cómo deben amar y manejar sus sentimientos en torno a una pareja. Y si bien parece a priori que las mujeres tienen siempre las de perder, si uno profundiza más en la idea del amor romántico, veremos que tampoco son ellos los que salen ganando.
A las mujeres nos enseñan a poner el amor por encima de todo -eso no significa que no podamos corrernos de ese lugar-; para los hombres, en cambio, el amor es (¿o les enseñan?) una cosa más entre otras muchas (negocios, trabajo, deportes, amigos, hobbies). Entonces, mientras que para muchas mujeres el amor es la salvación, (de la pobreza, de la explotación, de una familia castradora, de una vida aburrida) ellos se defienden del amor porque creen que es el arma que tenemos nosotras para dominarlos: ¿será que temen perder su autonomía y su libertad si se enamoran? ¿y es por esto que piensan mucho lo de formar pareja y adquirir un compromiso?
Está claro que nada de todo esto se aplica como una regla al 100% de los géneros. Sin embargo, es muy probable que podamos registrar que nuestros vínculos de pareja muchas veces se basan en saciar un interés emocional individual, es decir: parten de una necesidad. Es justamente esto lo que nos impide disfrutar plenamente del amor. La necesidad juega con el poseer y eso nos trae desequilibrios emocionales fuertes: vivimos constantemente en luchas de poder por dominar al otro y, muchas veces, aunque esta no sea nuestra intención, olvidamos que la pareja debe ser a cada minuto una relación con condiciones establecidas pero recíprocas.
Cómo evitar vivir la pareja en torno a la idea de "amor romántico"
Si bien es complicado corrernos de este modelo, pues supone navegar a contracorriente y estar dispuesto a recibir muchas críticas… algunas un poco conocidas como: ¿Por qué todavía no conviven? ¿Por qué no se ven tan seguido? ¿Por qué hacen viajes por separado? ¿Por qué dejás que salga sólo con sus amigos o amigas?
Creo necesario advertir que la idea de una pareja basada en el acompañamiento amoroso es mucho más fructífera -aunque siempre esto es subjetivo, pero al menos conceptualmente cierra por todos lados- ya que gestiona los conflictos desde el amor y el respeto, asumiendo que el terreno ideal del otro siempre es un campo de conocimiento desconocido e inalcanzable, pero siempre respetable.
