Si algo admiro de Terrence Malick es su forma de narrar con la cámara y la fotografía que envuelve a los actores dentro del cuadro. Cuando ves a Malick entiendes la importancia de tener excelentes actores al frente porque expresarán todo con la mirada y los gestos.
Arritmia de Gibran Bazan es la historia de Karl, un profesor de historia que un día en clase se desploma por una arritmia en su corazón. Antes de la inminente operación que debe sufrir, estudia el ritmo de los latidos de su corazón y se da cuenta que son coordenadas de un lugar.
La sinopsis es pequeña y sencilla porque mientras menos leas de la historia esta te va sorprendiendo poco a poco con la historia de sus personajes. Gibran Bazan con Arritmia hace un ejercicio visual que me recordó mucho al mencionado Terrence Malick en la grandilocuencia de su fotografía; no estoy seguro si logra equiparársele, pero agradezco demasiado que un director se atreva a hacer un ejercicio así de arriesgado dentro del cine mexicano y que le salga bien.
Arritmia es algo distinto en todo sentido. Es una película mexicana pero está hablada casi en su totalidad en italiano. Los diálogos no son constantes y son intercalados con tomas abiertas, planos descriptivos y tomas en picada acompañadas de una banda sonora cuasi clerical exquisitamente compuesta por Giovanni Buzzurro y Rafaelle Schiavo. A su vez, posee una fotografía impresionante de la ciudad de Sicilia desde recovecos pueblerinos hasta campos abiertos que dan al mar.
Si tuviera que ponerle un pero a Arritmia sería el doblaje de las voces que muchas veces aleja de lo que se ve en pantalla. Me costó un poco de trabajo poder concentrarme en todo lo demás sin dejar que el movimiento de los labios fuera casi con lo que se estaba diciendo. Supongo que cualquier persona menos perfeccionista que yo en estos detalles podrá disfrutar de una historia conmovedora que brinca las narrativas desgastadas del cine mexicano y que toma riesgos importantes que me gusta ver en pantalla grande.
Resumiendo, Arritmia de Gibran Bazan es un ejercicio fílmico muy interesante que denota un amor por la imagen grandilocuente y una semiótica casi onírica que raya en lo sacro, pero que la dota de una magnificencia visual y auditiva preponderantemente emotiva.
