Code 8 (Code 8: Renegados) es una de esas sorpresas que uno a veces se encuentra cuando da vueltas y vueltas por los títulos de Netflix. Protagonizada por los primos Amell, Stephen y Robbie, es un film canadiense que se realizó con un presupuesto bastante modesto y que no tuvo tanto éxito. Claro, hasta que se lanzó en el gigante del streaming.
Basada en un corto que también tenía como protagonistas a los Amell, se estrenó en el 2016 y se llamaba del mismo modo, Code 8 cuenta la historia de un mundo en el que el 4% de la población nace con superpoderes: fuego, electricidad, telekinesis, etc. Sin embargo, a pesar de que en el pasado estos hombres y mujeres tan especiales contribuyeron a construir la gran ciudad en la que se desarrolla esta historia, hoy en día son perseguidos y se les prohíbe utilizar sus dones, dejándolos marginados y desesperados por conseguir cualquier tipo de trabajo para llevar la comida a sus hogares. Mientras tanto, las calles se ven inundadas de una nueva droga, Psycke, que se hace a base de la médula de la gente con poderes.
Connor (Robbie Amell) es un joven con poderes eléctricos que se crió con su madre. Los dos luchan por mantenerse a flote, mientras que ella padece una enfermedad que hace que sus poderes se manifiesten inesperadamente, poniéndola en riesgo de ser aprehendida por la policía. Para tratarla, por supuesto, necesitan dinero que no tienen, lo que lleva a Connor a mezclarse con gente de los bajos mundos. Así, termina encontrándose con Garret y su grupo, convirtiéndose en un elemento clave para llevar adelante operaciones ilegales para la manufactura de Psycke, amparados por un grupo mafioso llamado The Trust. Estas operaciones lo pondrán en la mira de la policía y lo llevarán a tomar caminos inesperados en su vida, mientras desarrolla aún más sus poderes.
Code 8 es un gran policial: las persecuciones automovilísticas, los robots imponentes que utiliza la policía para perseguir a la gente con poderes y las interesantes escenas de acción, con vehículos que deben cambiar de fachada en callejones y tomas de rehenes incluidas, la hacen sumamente entretenida.
Además, la condición de discriminación y marginalidad nos pone en una situación incómoda para odiar a los criminales: es cierto que lo que hacen está mal y que están colaborando al narcotráfico, pero ¿podemos juzgarlos cuando les han cerrado todas las vías de trabajo posibles y son perseguidos hasta el hartazgo?
Pero...
El único problema de Code 8 es que tiene bastante más que un aire a cualquiera de las películas de X-Men. Los héroes de Marvel ya han recorrido este camino de ser discriminados y perseguidos por los seres humanos comunes y corrientes, y lo han hecho con bastante más presupuesto y poderes más espectaculares.
En resumen
Como película humilde, realizada “entre amigos y familia”, como la llaman los primos Amell, Code 8 cumple con creces su cometido: es entretenida, está llena de acción y nos lleva a reflexionar sobre algunas injusticias sociales. Sin dudas, en Netflix ha encontrado su terreno ideal para desarrollarse y, por qué no, hasta soñar con una secuela.
