Dogman de Luc Besson es una oda al valor de los perros en nuestras vidas

Los perros son lo mejor de la vida. Es un punto indiscutible para los que tenemos la suerte de compartir nuestro espacio con compañeros peluditos. Su amor y lealtad ilimitados son invaluables y la mejor cura ante cualquier miseria. Bajo esta premisa se construye Dogman: Vida Inquebrantable (Dogman) -última creación del polémico cineasta francés Luc Besson (El Quinto Elemento)- y que abre con una cita poderosa del escritor Alphonse De Lamartine: “Donde quiera que haya un desafortunado, Dios envía a un perro”.

La cinta, recién aterrizada en Prime Video, arranca con una camioneta interceptada por la policía. Al volante, un hombre vestido de drag como Marilyn Monroe, y en la parte trasera viaja un séquito de perros. Desde este punto, la trama nos lleva al penal donde está detenido Douglas (Caleb Landry Jones), sospechoso de homicidio. Allí se encuentra la psicóloga forense Evelyn (Jojo T. Gibbs) para escuchar la historia del protagonista, víctima de abusos y violencia repudiables por parte de su padre, culpable de que Douglas pase el resto de su vida en silla de ruedas. A través de flashbacks con Evelyn, madre soltera y con un rostro que expresa a gritos la falta de cariño y abandono, el relato se va tejiendo para encontrar sentido al punto de partida.

Dogman guarda similitudes con la serie The Crowded Room , donde un magnífico Tom Holland interpreta a un joven con trastornos mentales, involucrado en un tiroteo en Manhattan. Ambas historias exploran entornos familiares complejos, así como los efectos de la violencia y el abuso con el fin de remarcar que todos, sin excepción, somos víctimas de nuestras circunstancias.

En Dogman los perros fueron la salvación de Douglas, por lo que genera con ellos un lazo inquebrantable, mientras obedecen a cualquier tipo de orden, lo que nos deja perplejos por el nivel de actuación de los caninos. Hay una escena de un hurto memorable. La película, en ese sentido, hace referencia a Robin Hood por el anhelo del protagonista de lograr una distribución equitativa de la riqueza.

Sin embargo, la producción peca de un drama excesivo y no encuentra su rumbo. El guion pierde fuerza porque lleva la trama al terreno surrealista y la acción es un quiero y no puedo. Consigue algún momento de intensidad, pero no alcanza su potencial debido a esos toques fantasiosos, que resultan forzados y carecen de cualquier sentido.

Lo más rescatable son las actuaciones de los protagonistas, tanto Caleb Landry Jones como sus fieles compañeros de cuatro patas están de quitarse el sombrero. El actor está magistral en la representación de un chico traumado y desequilibrado por los golpes de la vida. Su habilidad para transmitir emociones a través de gestos y expresiones es sobresaliente y pone la piel de gallina en más de una ocasión.

De hecho, su actuación es más teatral y se nota que tiene callo en dicho ámbito, lo que agrega un mayor mérito. Nos deleita con un espectáculo musical-no voy a profundizar para no arruinar la sorpresa- en el que interpreta a una leyenda francesa, que eleva a la película al cielo por unos minutos. Está magnífico y por esto merece la pena ver Dogman. Espero que este año, al actor de ¡Huye! y de El proyecto Florida le caiga una avalancha, pero ¡de premios!

En definitiva, Dogman, a pesar de contar con un elenco excepcional, no logra exprimir al máximo el desarrollo narrativo y no consigue la profundidad para dejarnos con la cabeza volada. No hay novedad al frente. Sin embargo, es un guiño más para los amantes de los perros, ya que deja en claro, con contundencia, que cuanto más conocemos a las personas, más apreciamos a nuestros fieles compañeros caninos.

Ni el escritor Lord Byron -a quien se atribuye esta última frase citada en la película- ni el cineasta Besson se equivocan. El mundo es mejor con ellos.