Misterio en Soho está llena de música, color, horror y nostalgia, pero…

Hoy se estrena la séptima película del director inglés Edgar Wright, Last night in Soho (Misterio en Soho), cinta protagonizada por Thomasin McKenzie y la favorita de todos Anya Taylor Joy. Llega justo a tiempo para convertirse en la película perfecta para la temporada gracias a su mezcla de misterio, terror sobrenatural y humor negro.

Eloise “Ellie” Turner (Thomasin McKenzie) es una ingenua jovencita del campo, aficionada a la moda y la música, que sueña con tener una oportunidad como diseñadora de ropa en el corazón de la moda en Londres, Inglaterra. Atormentada por el recuerdo de su mamá, quien se suicidó años antes, y con la advertencia de su abuela de que la ciudad fue parte de la debacle mental de su madre, Ellie tratará de sobrevivir en una ciudad moderna llena de “bullies” y  compañeras fiesteras que le harán la vida imposible en su departamento estudiantil.

Para tener un poco de paz y poder concentrarse en su carrera, decide rentar un departamento en Soho, uno tranquilo y muy retro, el perfecto para Ellie. En este lugar ella por fin encuentra la paz y la inspiración que buscaba para aplicara en sus diseños.

Una noche, Ellie comenzará a ver en sueños a Sandy (Anya Taylor-Joy), una joven extrovertida, segura de sí misma y muy hermosa, todo lo contrario a Eloise. Sandy vive en 1966 y, al igual que ella, va a Londres a buscar una oportunidad pero como cantante en un centro nocturno.

Cada noche, Ellie se meterá en la vida de Sandy para, en primera persona, ver su ascenso en la vida nocturna de Londres de los años 60. Sin embargo, no será tan fácil y Sandy caerá en las manos del malvado Jack (Matt Smith), quien la obligará a ser una chica de la vida galante, entregándose a los hombres que van a buscarla a los centros nocturnos.

Ellie, horrorizada sin poder hacer nada, solo será testigo de la caída moral de Sandy hasta su sangriento final. Desesperada, tratará de unir las pistas en el presente que puedan llevar a encontrar al asesino que terminó con la vida y los sueños de Sandy. Sin embargo, Ellie se dará cuenta que esa “última noche en Soho” también puede ser su propio final ya que sus vidas están inevitablemente enlazadas.

Edgar Wright nos presenta una cinta llena de nostalgia, horror, misterio y música. El director se da vuelo brincando entre diferentes géneros con guiños a toda su carrera como director. La historia, que en principio parece un musical hollywoodense, rápidamente da el salto a una historia fantástica divida en dos mundos llenos de música retro y color ambientado en los viejos pubs y cabarets de Londres que contrastan con la Londres moderna que ha cerrado esos pubs pero que espiritualmente siguen ahí, contando historias a los que tengan oído para escuchar.

Y aquí es cuando Wright da otro salto, a una cinta de terror que de igual manera rinde homenaje al cinema giallo del cual Dario Argento estaría orgulloso y a las viejas películas de suspenso de la era technicolor, como las de Polanski. Pero el homenaje que más sobresale es a la clásica Peeping Tom (1960) que igualmente está ubicada en Soho.

El homenaje de Wright al emblemático barrio londinense de Soho no termina ahí: hace eco de una inmensa cantidad de películas que han sido filmadas en este, uno de los barrios más emblemáticos de Inglaterra y que solo un cinéfilo empedernido como Wright podría identificar. El Soho se vuelve un personaje más que tiene voz y alma propia y que es muy importante para  el desarrollo de la trama.

Otro de los elementos que cumple un papel esencial es la música. Desde el inicio Ellie tiene un vínculo muy marcado con el pasado, y con la memoria de su madre gracias a la música y este vínculo también se da con Sandy a través de los musicales que unen las dos épocas se logran las secuencias más memorables. Estas elaboradas secuencias de baile nos traen a la memoria lo hecho en Baby Driver, un logro técnico y de edición sin igual. El extenso soundtrack, lleno de joyas de la música de los años 60, no es algo que se haya dado fácilmente: Wright recurrió a sus propios recuerdos de niño para traernos las melodías más emblemáticas de la época.

Por el lado de las actuaciones, Thomasin Mackenzie está perfecta en su papel de la chica pueblerina que se enfrenta a los dilemas de la gran ciudad. Sin embargo, las palmas se las lleva Anya Taylor-Joy, quien como Sandy entrega una actuación sobresaliente que cambia a lo largo de la película pero siempre de manera muy efectiva.

Para los fans del terror, la segunda parte de la historia será su preferida. El gran score de Steven Price combina perfectamente con las imágenes terroríficas y con el misterio que hay que resolver, que parece salido de una historia de Sherlock Holmes o de Agatha Christie y que sorprenderá a los espectadores.

A pesar que la cinta se puede definir como una montaña rusa por los grandes giros que tiene tanto en trama como en el género, para algunos el tercer acto parecerá sin pies ni cabeza ya que a diferencia de las otras dos partes de la película resulta ser muy complaciente y hasta predecible. Y este zigzagueo en los géneros puede desconcertar a los espectadores, sobre todo en la parte del thriller psicológico. Al final parecerá que vieron tres películas en una con un final complaciente.

Edgar Wright demuestra una vez más el gran oficio que tiene como director, capaz de entregar una historia totalmente estilizada llena de referencias a los temas favoritos de su filmografía.

Last Night in Soho (Misterio en Soho) es una película de terror y suspenso que homenajea a los grandes clásicos de horror de los años 60, a las cintas de misterio y a los grandes musicales. Es un film muy entretenido, visualmente sorprendente y totalmente nostálgico que se coloca entre las mejores del director. Además gana puntos por ser la más original que hayamos visto en los últimos años.

Mega recomendable.