Lo bueno y lo malo de las remakes de clásicos del terror

Los que amamos el género terror somos conscientes que en cada década vuelven a revivirse historias que en su momento fueron exitosas: remakes de grandes clásicos, reboots e incluso continuaciones vienen a estar disponibles para las nuevas generaciones.

Tenemos ejemplos actuales bien claros: la nueva trilogía de Halloween que volvió en 2018, y este año trajo su segunda parte; la llegada de una continuación de Scream, la vuelta de Chucky; Critters; y podemos seguir nombrando muchísimos ejemplos.

Por supuesto, como todo en la vida, la llegada de remakes de clásicos del cine del terror tiene sus cosas buenas, malas, y algunas que son, por decir de alguna manera, de doble filo ya que bien utilizadas puede entregarnos cosas fabulosas.

Primero que nada, es real que los remakes muchas veces ayudan a que nuevo público se acerque a la obra original, siendo quizás una puerta de iniciación a los grandes clásicos de terror como sucedió con It (2017/2019) cuya adaptación de Andy Muschietti intenta ser más fiel a la novela, a comparación de la miniserie de los noventa. Como también la mejora a nivel calidad en las actuaciones principalmente.

También debemos reconocer que en muchos casos, en algunos casos, el paso del tiempo no ha sido justo principalmente en cuanto a efectos especiales más allá que también los paradigmas sociales y culturales se han ido modificando, en el intento de al fin poder vivir en un mundo más justo, pero a veces en esa impronta de actualizar los contenidos es donde encontramos las mayores fallas.

Pero sigamos hablando bondades de los remakes. Debemos mencionar por ejemplo The Last House on the Left (2009), basada en la película de 1972 de Wes Craven (quien fue productor de la nueva versión), que realmente es mejor que la original. Y es que justamente la versión de los setenta no ha envejecido bien siendo más una sátira que un rape and revenge como sucede con la nueva adaptación.

Otro ejemplo es Evil Dead (2013) que, dirigida por Fede Alvarez, y con producción de Sam Raimi y Bruce Campbell, aprovechó todos los recursos que en 1981 no se contaban.

Cómo olvidarse de The Fly (1986), en la que resalta su director, David Cronenberg. Es una remake de la película de 1958, ok, pero se convirtió en un clásico.

Con respecto a lo malo, muchas veces el problema que tienen los remakes de clásicos de terror es ignorar el contexto en el que fueron creados. El gran error es cuando se intenta en la actualidad darle un vuelta de tuerca y se hacen modificaciones que terminan arruinando la historia. Un caso de esto es la nueva versión de Pet Sematary (2019), cuya versión original sigue funcionando. Así es: la nueva versión de Cementerio de animales si bien tiene algunos guiños a la original, termina alejándose tanto de lo que ya vimos que pierde la parte dramática que hace que funcione la original de 1989.

Otro gran ejemplo de HORROR en cuanto a remakes de clásicos es A Nightmare on Elm Street (2010), la cual trae la adaptación del origen de Freddy Krueguer de Wes Craven. El gran problema aquí es que los que amamos la saga de Freddy Krueguer somos conscientes que la personalidad de este asesino es clave, algo que en la nueva versión es ignorado por completo.

Si bien sabemos que intentar recrear lo que son realmente clásicos del terror es una tarea difícil, tal como pasa con una producción original, el éxito o fracaso no está garantizado. Si es real que hay películas, como por ejemplo Jaws, que en cuanto a efectos se pueden mejorar, pero no hay forma que se logre construir la tensión y suspenso de la versión original.

A lo largo de los años hemos tenido aciertos en algunas remakes, como las que hemos usado de ejemplo, y algunos grandes desaciertos que quedan en el olvido. La realidad es que sabemos que es algo que no se detendrá.