La maldición de los refritos, precuelas, secuelas y reboots

Es como “la maldición Madden” de los videojuegos o “la maldición Superman” en el cine y la TV. Podrá haber decenas de pruebas, pero al final todo queda en teoría. Aunque en el caso del tema que nos atañe, la evidencia podría ser abrumadora.

Esta semana tenemos el temático sobre si son buenos o no, si tendrán fin o no, la manía de Hollywood por preferir cientos de secuelas, precuelas, reboots y remakes al año, en lugar de escribir nuevas historias. Y lo peor es que muchas veces, cuando como televidentes o cinéfilos estamos emocionados porque creemos que es algo nuevo… ¡resulta que es refrito del éxito de otro país!

Pero, ¿qué sucede detrás del fracaso de uno de estos productos que buscan recargarse en el éxito de sus originales?

Es como si tuviéramos dos grupos: las franquicias de las que se ha abusado, y otras que simplemente no “cuajaron” en absoluto, al tratar de estirarlas lo más que se pudiera.

Casos como Terminator, Alien, Charlie’s Angels y Knight Rider han demostrado que, tras cierto número de intentos fallidos (destacando al pobre T-800 como ejemplo principal), el público termina por repudiar la franquicia, incluyendo al leal grupo de fans. Nada más que The Terminator y T2: Judgment Day fueron un rotundo éxito, pero de allí en adelante, ¡horribles intentos que terminaron despedazando la franquicia con Dark Fate, con todo y la bendición de James Cameron!

Otro extremo curioso con las sagas que han caído en tremendos baches, pero se han reivindicado con el público gracias a la reinvención bien pensada de sus creativos y productores, en lugar de lanzar una secuela o vertiente de la original simplemente “para hacer más dinero”. El desastre de la trilogía final Skywalker con Star Wars se compensa con el fabuloso The Mandalorian y The Bad Batch (y conste que son series), así como Ghostbusters se quita el mal sabor de boca de las chicas Cazafantasmas con el hermoso legado de Reitman Jr con Afterlife.

Y hay otras que simplemente son como aquella saga de videojuegos de Ubisoft (Assassin’s Creed), en las que los fans simplemente están acostumbrados “a que habrá secuelas o spinoffs buenos y otros malos”, como es el caso de Star Trek, que contando con uno de los más grandes fanbase en el planeta, se mantienen leales a la saga en sí y apoyan cuando se trata de un producto bueno.

Pero regresemos a “la maldición Madden” (en el argot gamer, es la tendencia a que a todo aquél jugador de la NFL que aparece en portada de esos juegos, le va muy mal en su carrera). ¿Realmente se ven afectadas las carreras de quienes toman la capa de Superman o estelarizan secuelas/remakes/spinoffs de franquicias sobreexplotadas?

No necesariamente. Sí tenemos un desafortunado Hayden Christensen, un decadente Edward Furlong o un reivindicado Macaulay Culkin. Y sí es injusto que los cinéfilos y televidentes condenen a actores y actrices que participan en adefesios como la horrenda serie de Uncle Buck (2016) o la teoría de que el pobre Robert Englund no pudo trascender por tantas Pesadillas en la calle Elm. Pero al final no resultan más que casualidades, pues aunque Tom Cruise estelarizó el catastrófico re-reboot de La Momia, o Brendan Fraser se hundió en la inexistencia después de el infame Viaje al centro de la Tierra, son estrellas que supieron “salir del bache”, y hoy por hoy los tenemos entre nosotros.

¿Y alguien pensó en directores como Tim Burton y Alicia 2, James Cameron y Piraña II: Vampiros del mar o David Fincher con la infame Alien 3? ¡Todos ellos se recuperaron de esos descalabros!

En conclusión, no descartamos que el uso y abuso de franquicias para “exprimir dinero” a los fans y espectadores detone maldiciones interminables para quienes participan en ellas o las mismas franquicias.

Pero, aunque hay que reconocer que tras los recientes enormes descalabros (¿alguien pensó en Eternals?), Hollywood se está haciendo mucho más cauto a desarrollar o participar en la sobreexplotación de franquicias, por muy exitosas que estas sean.