Mauricio Ochmann se corona como el actor mexicano más consumido de forma ilegal en la última década, según un análisis realizado por Spoiler a partir de datos de CANACINE y anuarios estadísticos, que revisó el fenómeno de la piratería cinematográfica entre 2015 y 2024.
El estudio, que también analizó la piratería a nivel internacional, confirma que el cine de superhéroes domina los rankings globales de descargas ilegales, con directores como Christopher Nolan y sagas como Godzilla ocupando lugares recurrentes. Sin embargo, en México, el fenómeno tiene rostros muy concretos: Mauricio Ochmann, Martha Higareda y Omar Chaparro son las figuras que más se repiten en las listas de películas pirateadas.
Ochmann lidera por aparecer en múltiples éxitos taquilleros y de plataformas que terminaron siendo masivamente descargados de forma ilegal, como Hazlo como hombre (2017), ¡Qué despadre! (2022), ¿Y cómo es él? (2022) y No negociable (2024). En varios de estos casos, sus películas encabezaron el ranking anual de piratería.
El impacto económico es significativo. Por ejemplo, en 2015, Los Jefes, la cinra más pirateada, acumuló 1.1 millones de visualizaciones ilegales; al multiplicar esa cifra por el precio promedio del boleto de cine en ese año (47 pesos), la taquilla perdida superaría los 51 millones de pesos. Casos como Cindy la regia en 2020, con 744 mil descargas ilegales, implicarían una merma estimada de más de 43 millones de pesos.
El informe también revela que la disponibilidad de títulos en plataformas ilegales no depende solo de su éxito comercial. Algunas producciones, incluso estrenadas directamente en streaming, como El Ascensor, La leyenda de los chaneques o Tangos, tequilas y otras mentiras, tuvieron alta presencia en sitios de descarga ilegal, superando en número de enlaces a películas más vistas.
Las razones detrás del fenómeno son diversas: el auge del streaming, la falta de distribución en ciertas regiones y la resistencia de algunos espectadores a pagar entradas o suscripciones. Lo cierto es que, más allá de la discusión moral y legal, la piratería sigue siendo un termómetro de lo que el público quiere ver… aunque no siempre esté dispuesto a pagarlo.