Comienza el “cuarto período” de Ballers, nuestro encuentro con la plata, el glamour y los excesos producidos por la NFL (o parte de ellos).
Esta vez, a diferencia de temporadas anteriores, la acción se dividirá en las dos costas. Pero veámoslo con sus personajes principales.
La dupla mágica extiende sus dominios más allá de Las Vegas (donde estuvieron el año pasado) hacia LA-LA-LAND.
La idea de ambos es arribar a la ciudad californiana para ver al jugador defensivo Calais Campbell. Pero, Joe tiene un plan paralelo, que es llevar a Spencer a visitar a su amigo Lance Klians (Russell Brand) para una oferta de inversión. Aquí es donde se abren las cartas del pasado de Strasmore. Pasa que la situación con Klians es que necesita 50 millones de dólares para poder adquirir la cadena de deportes extremos Sports X; Joe quiere desesperadamente ayudarlo e invertir en un negocio que cierra por todos lados, con el agregado de un surfista negro que rompería la barrera del color en dicha actividad. Spencer, entonces, se ve obligado a contarle por qué odia a la ciudad de Los Ángeles…
Ocurre que su hermano, jugador de los Trojans en la universidad, QB con todo el futuro por delante, se suicida saltando de un puente. Esta revelación deja a Krutel sin palabras y con la necesidad de alejar a su amigo-socio de allí. Claro que Strasmore, entendiendo el ímpetu de su par y su deseo de dar un cierre a su pasado, termina obligando a Joe a seguir con el negocio.
Además, Spencer, tiene una misión más: chequear a un mariscal de campo de high school (como lo era su hermano). Este pedido, hecho por Jason (la madre del crío es su amiga), puede abrir la puerta a las investigaciones por injerencia de agentes en las secundarias, lo que está prohibido.
El exjugador y campeón del SBLI con los Patriots lleva una temporada sin jugar por haber demostrado signos de padecer los efectos de una concusión cerebral. Pero este parate, que lo encuentra siendo padre y pareja a tiempo completo de su hija y novia, también le hace sentir la necesidad de volver al césped.
Está mudado en LA, pero mantiene en secreto la posibilidad de ser contratado por un equipo. Esta red de mentiras, que sabemos será descubierta más temprano que tarde, lo lleva por situaciones “graciosas” con su compadre TTD y su larga lengua.
Ya las ofertas existen… ¿cuándo se dignará a hacerlas conocer a su novia? ¿Cuánto más podrá alargar el silencio? Ella ya le dijo que no desea estar separado de él, a fin de que la hija pueda estar con su padre y que no desea mudarse lejos del templado sur… Claro que el equipo que lo desea a Ricky por ahora es de la boreal Cleveland…
Otro que se ha ido a la costa oeste. En este caso en su nueva función de General Manager de los LA RAMS.
El bonachón e inocente del grupo se ve en la posición de contar con más de 300 empleados, a alguno de los cuales deberá despedir. No pudiendo manejar esta situación de tensión y posible crisis con sus dependientes, termina admitiendo -a los gritos- a todos a su gestión, en medio del comedor.
Veremos en los episodios venideros, cuánto podrá aguantar a elementos que -obviamente- se mostrarán negativos para el funcionamiento de una institución que desea mejorar en los playoffs de esta temporada.
No hemos visto ni a su mujer Julie, ni a su hija en este capítulo.
El agente de los jugadores que asesoran Strasmore y Krutel solo se ha dejado ver para momentos especiales, como la despedida de Charles y Ricky de Miami y llamando a este último, haciéndole saber de la posible oferta de los Cleveland Browns.
En un llamado telefónico a Spencer le pide que revise al QB de high School Quincy Carter. Veremos si esto trae posibles sanciones para todos.
Nos falta ver a aquellos que traían discordia a la existencia de Spencer y el resto (el padre de Ricky y el compadre de Vernon Littlefield, entre otros) y que los mantenían con los sentidos y reacciones bien arriba.
Pero, qué cambio para la serie mudarse de una costa a la otra… El Sol, aun, no los abandona…
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