Sucio, pero con la galera intacta, Delaney sigue recorriendo muelles y esquivando enemigos, como si su cabeza estuviera dividida en dos. Por un lado lo atormenta la locura de su madre – nativa de una tribu norteamericana – y las experiencias vividas en África, pero por el otro sus estrategias son dignas de una mente privilegiada.
Como era de esperarse, la policía llega a la casa a detener a Lorna (Jessie Buckley), pero Delaney logra convencerla para que no hable, y luego de su liberación, ya no quedan dudas que madrastra e hijastro se están convirtiendo en aliados, y el dúo funciona bastante bien para ambos.
Al descubrir que no fue la compañía quien le tendió la trampa a Lorna, Delaney sabe que ha logrado lo que se proponía: que la corona y la compañía se enfrenten y se conviertan en enemigos, a esta altura parece estar manejando los hilos de todos.
Al ahondar más sobre los conflictos entre Inglaterra y Norteamérica, que desembocaron en la independencia de Estados Unidos, este capítulo tiene un tinte mas histórico que los anteriores, en los que el eje principal del relato era Delaney y sus fantasmas, pero no desarrollaban tanto el contexto histórico y social.