La serie que iguala el cuidado de niños con ser DJ deja bastante que desear
Idris Elba reunió en una serie de 8 episodios dos de sus pasiones: actuar y ser DJ. El resultado es Turn Up Charlie, cuyo producto final dispar se puede entender más en la falta de concreción del guión (le falta cuajar), en querer quedar bien con un ambiente al que desea pertenecer Idris, que en las performances de los actores.
Empecemos diciendo que TUCno está mal, se deja ver y se puede disfrutar. Atestiguarlo a Elba payaseando es un placer y hay que agradecerle que nos muestre un lado divertido y poco atado a la condición de sex symbol.
Idris es Charlie Ayo, un DJ que tuvo su momento dorado en los noventa, luego del cual terminó musicalizando fiestitas y cumpleaños. Vive con (a costa de) su tía Lydia y se la pasa con su gran amigo Del que es el otro input cómico. Su vida cambia cuando David, su mejor relación de la infancia, vuelve de Holywood con su mujer Sara, de las mejores DJ’s del mundo, y su hija Gabrielle.
¿Qué puede hacer un desempleado de cuarenta y tantos, alejado de su pasión? Terminar como niñero de la nena de su mejor amigo.
Gabs es un personaje en sí misma, mucha inseguridad, pero también atracción en sus respuestas; ella se ve obligada a cambiar su vida al mudarse a Londres. David y Sara acogen a Charlie y lo apoyan en su idea de trabajar en su retorno a las grandes ligas de bandejas.
Y es aquí, en este punto, donde todo se vuelve mediocre… y comienzan los spoilers de este artículo. Todo es color de rosa y ocurre sin transiciones: todos en la escena disco son buenos, el único borracho es el protagonista; Charlie es bien recibido y todo lo que hace es bueno; el único agente que se le acerca y que parece ser un perdedor, en realidad es un genio que todo lo consigue; Gabrielle se relaciona con un chico Hunter mayor que ella, no sabemos cuánto pero toma alcohol, consume drogas y trafica una especie de gas desde la van de un familiar… y está todo bien; pasan meses en elipsis no anunciadas, en las que los personajes se mudan, entre otras cosas; la tensión sexual de Charlie y Sara es innecesaria y ridícula.
Ciertamente estos puntos pueden dejarse un poco de lado y centrarnos en lo gracioso que es Elba, pero le restan calidad a un producto que podría haber tenido a Londres como un personaje en sí mismo, cosa que parecen intentar al comienzo y abandonan, cuando deja de importar la adaptación de Gabs y Sara a la nueva vida. La familia de David también es una pepita de oro que apenas osan tocar, pero todo simplemente desaparece, como si la urgencia por cerrar los 8 episodios fuera irresistible.
No se ve de qué forma podría encauzarse la serie para una segunda temporada, quizá lo mejor sea seguir el consejo que le diera el roquero argentino Norberto “Pappo” Napolitano al por entonces encumbrado DJ Deró: