Una Jauría llamada Ernesto es el documental mexicano más impactante de este 2023
Este documental, como la violencia en México, no tiene rostro conocido.
El documental mexicano es el arma cultural más poderosa que hasta el momento tenemos disponible. Los ciudadanos comunes como yo no tenemos nada empuñado en la mano, tampoco tenemos las intenciones de portar en un futuro, a menos de que sea muy necesario. La Ciudad de México solía ser la ciudad más violenta del país; no obstante, desde el calderonismo, puedo decir que hay lugares en el norte de México que rebasan sus cifras por mucho y le han quitado al centro la fama de violencia exacerbada. Esto no implica que la inseguridad haya disminuido, solo significa que se intensificó en otras zonas geográficas.
Hasta julio de este 2023, la violencia en México, según el periódico El País, lleva 17,589 personas que violentadas y asesinadas. Hasta el momento, el sexenio de López Obrador es el más violento con 154 mil personas asesinadas actualmente.
Por todo lo anterior, Una Jauría llamada Ernesto de Everardo González.
Una Jauría llamada Ernesto sigue a una banda de delincuentes de la Ciudad de México en una andanza urbana que, con una toma que solo da una cámara escorpión, nos lleva a un viaje que no revela los rostros de nuestros guías. Cada uno de estos jóvenes nos acarrean en sus espaldas, contándonos mediante voz en off sus inicios, delitos y peores acciones. Así, nos convertimos en testigos, más no en jueces, de estos perpetradores de violencia.
El más reciente documental de Everardo González, como cada uno de sus trabajos anteriores, a saber, Los ladrones viejos (2007), La libertad del diablo (2017) o Yermo (2020), tiene una característica autoral que define al cine del director como crudo y contundente. Sus testimoniales y narrativas convierten a González en uno de los directores más fuertes e interesantes en el contexto cinematográfico nacional moderno. Sus temas, siempre sangrantes, son portadores de una verdad ineludible: la violencia en su más portentosa y dolorosa forma.
Una Jauría llamada Ernesto es un viaje atípico para el espectador ya que se convierte en uno más de la banda de la Jauría. Así, el director logra una experiencia inmersiva, donde nos hace cómplices de las más atroces confesiones e historias que, violentas o no, crueles y directas, no dejan de ser testimonios verdaderos de vidas que no conocen otra forma de existir más que la misma violencia de las que son víctimas, pero también perpetradores.
González logra un cinéma vérité que emerge desde la misma pila de horrorosas confesiones, que dichas con el mayor desenfado, impacta más por la normalización sistemática que estas alcanzan en las propias palabras de sus personajes, participantes y cómplices, a diferencia de La libertad del diablo, donde también por medio del testimonial con cámara de frente tanto víctimas como victimarios proporcionan sus historias más cruentas. Una Jauría llamada Ernesto entrega a sus protagonistas como ningún otro documental o película lo había hecho antes; nos sumerge paso a paso y palabra por palabra a un entendimiento en primera persona lo que significa ser parte de la inseguridad en la ciudad más grande del mundo.
Esta grandilocuencia cualitativa y violencia cuantitativa son plasmadas y dirigidas por González con mucho respeto. Su ojo y cámara nunca fulminan en juicio, sino que se presentan para entendimiento. El testimonio en conjunto de este grupo de jóvenes delincuentes es un libro en video de historias de vida que terminan por complementar un mosaico conformado mórbidamente por historias de muertes y víctimas que nunca conoceremos pero que por números sabemos que existieron; un cuadro a dos extremos, un mural de pared a pared y de techo a piso, construido por silencios y omisiones de ausentes que murieron, pero también de agresores que agredieron y que están confesando.
Con su POV y permanente plano selectivo, Una Jauría llamada Ernesto es un documental excelente, impactante, anónimamente imponente y que, como la violencia en México, no tiene rostro conocido.
