Nuestras razones para que disfrutes de Anne Lister y el amor prohibido en el Reino Unido

Lo interesante de esta época de empoderamiento femenino, es que siguen apareciendo excelentes exponentes de guiones que evidentemente estaban atollados en el filtro machista, digamos: que aquellos de baja calidad que pudieren existir no nos desvíen del hecho que gran cantidad de programas y películas superan largamente la talla de lo que veníamos viendo. Y así conocemos a Gentleman Jack, una serie cuyo guión es adaptado de un libro que se basa en el diario de Anne Lister, una latifundista de la zona de Halifax, en el Reino Unido.

El contexto es el siguiente: como es sabido, hasta 1967 en Inglaterra y Gales, Escocia hasta 1980 e Irlanda del Norte hasta 1982, se consideraba a la homosexualidad como un delito, en algunos casos hasta penado con la muerte. Pero, e importante para la trama, se hablaba de de homosexualidad masculina; estrictamente con las mujeres había un vacío legal. Claro que, donde la ley no pegaba, sí lo hacía la sociedad.

Anne Lister (1791-1840) era lesbiana, realidad conocida por casi todo el mundo. Como poseía fortuna propia desistió de la idea de casarse con un varón para aparentar, como sí se veían obligadas sus amores. Ella llevó adelante un minucioso diario donde citaba sus quehaceres, opiniones e identidades de sus parejas, todo bajo un celoso sistema de jeroglíficos develado mucho después de su temprana muerte.

Sin avanzar demasiado en la trama, Anne vuelve a su casa, luego de un viaje largo y termina haciéndose cargo de la explotación económica familiar, contra los poderes varoniles establecidos. Queda muy resaltado el momento político que se vivía en Gran Bretaña por aquellos tiempos, con la reforma constitucional en ciernes y la posibilidad de votar para las mujeres (que no existió hasta más de un siglo después). Las disputas ideológicas entre las hermanas Lister son para prestar atención: Anne entiende que los derechos políticos son secundarios a los económicos (“¿cómo puede ser que un varón pobre, tenga más votos que yo que, con mi patrimonio, pago más impuestos?”) mientras que Marian desea universalizar el sufragio por cuestiones humanitarias. La cuestión de una mujer a cargo de su propio destino y patrimonio, que se conjuga con las necesidades cada vez más industriales del Reino Unido está latente como también de las relaciones inter e intrafamiliares.

Anne Lister es plasmada por Suranne Jones con una calidad que a veces hace pensar si estudió gestos (tarea imposible, porque el movimiento de mano no puede estar registrado en ningún lado) y formas de hablar o si simplemente creó de forma tan íntegra a un ser humano voraz de conocimiento y acción, caminante maratónica, hipergesticuladora. La secundan Sophie Rundle como Ann Walker y un reparto en el que todos a su momento (no siempre está la protagonista) brillan.

Merece un párrafo a parte la maravillosa Gemma Whelan, la camaleónica actriz viene de personificar a dos mujeres más bien masculinas como Yara Greyjoy (Game of Thrones) y Eunice Noon (The End of the F***ing World) para aparecernos en la cara como Marian Lister, la suave hermanita menor, y hacernos reír con sus gestos de espanto y asombro, sin dejar de apreciar sus tiernos ataques de ira.

Hay un par de escenas para la historia. En una Anne le explica a una aterrorizada Ann que su amor no va en contra de las enseñanzas de La Biblia, que el romance entre varones sí es horrendo mientras que dos mujeres no cometen pecado alguno (sí, la línea racional es para prestar atención). El otro gran momento, es cuando ambas mujeres se encuentran en la mina de carbón de la Lister, luego de varios meses, y dan vueltas para explicar lo simple: que se aman.

Con episodios de una hora, muy buen ritmo y una filmación excelente (hasta hay un detalle de rotura de la cuarta pared… SOBERBIO) agradecemos que Gentleman Jack ya tenga una segunda temporada confirmada. Hay uñas para comerse esperándola.

🙂