La experiencia de ver Redcon-1 (Apocalipsis zombie, 2018) puede describirse como la de jugar un videojuego, pero mucho menos divertida por la incapacidad que tiene el espectador de controlar a los personajes. En Redcon-1, todos los involucrados en la historia son esbozos de seres humanos sin motivación alguna, lo que convierte a esta aventura zombie en un procedimiento sumamente tedioso pasados los diez primeros minutos, una vez que la novedad del gore y los zombies deja de ser suficiente atractivo para llamar la atención de la audiencia.
Anteriormente, dentro del subgénero zombie, la franquicia de Resident Evil había pecado de construir su historia como un videojuego. Sin embargo, Resident Evil al menos presentaba cierta creatividad en las secuencias de acción y en su mitología, además de tener a una protagonista cuya presencia compensaba (hasta cierto punto) la nula complejidad psicológica de dicho personaje. En Redcon-1, el director Chee Keong Cheung (Underground) intenta hacer algo similar, pero falla por completo: su acción es poco imaginativa y aunque hace un gran despliegue de gore, estas escenas no causan ninguna emoción en el público porque los personajes son completamente desechables.
Calcando la trama de Resident Evil: Apocalypse (2004), Redcon-1 ve a un grupo de militares infiltrarse a una zona infestada de zombies. Su misión es sencilla: encontrar al científico que originó la mutación zombie y sacarlo de ahí. No obstante, la aventura se complica cuando los soldados comienzan a revelar sus verdaderas lealtades, obligando al capitán Marcus Stanton (Oris Erhuero) a dudar de cada uno de los miembros de su equipo. Con menos de 48 horas para completar su misión antes de que el gobierno bombardee el territorio, Stanton deberá regresar sano y salvo al científico que podría tener la cura de esta epidemia global.
Al igual que sucedió con los vampiros hace algunos años, los zombies han alcanzado ese punto de fatiga en el que todas las películas y series que lidian con estos monstruos parecen el mismo proyecto. Tomando en cuenta lo anterior, Redcon-1 parece desarrollarse en su propia burbuja, sin darse cuenta que todos esos elementos que sugiere como innovadores, también forman parte de los clichés alrededor de los zombies. En Redcon-1, una de las “sorpresas” en la historia es que los no muertos mantienen su inteligencia y las habilidades físicas que tenían cuando estaban vivos. Asimismo, sin dar spoilers, el giro “inesperado” de la película será predecible para cualquier fan del subgénero, ya que la historia básicamente lo revela desde que los personajes involucrados aparecen en pantalla. Esta serie de herramientas narrativas que la historia usa para venderse a sí misma como un producto original, sólo resultan decepcionantes no sólo porque no son nuevas sino porque están usadas a manera lista, como si Redcon-1 quisiera resumir lo mejor del subgénero en dos horas.
En la parte técnica, la dirección de Chee Keong Cheung hace de las coreografías de acción momentos saturados de elementos que además poseen una edición que no permite al público discernir lo que está ocurriendo en pantalla. Al no distinguir a los personajes incluso en un plano físico, existen algunas escenas en las que resulta imposible diferenciarlos entre sí y no es hasta que el grupo queda reducido a tres o cuatro miembros que el director trata de dotarlos con algún tipo de personalidad. Finalmente, aunque la fotografía con altos contrastes de Lorenzo Levrini (Shongram) cumple con su función de sugerir un territorio apocalíptico, tampoco aprovecha los escenarios a su disposición para ofrecer encuadres y tomas que no dependan del uso de color para ser llamativas.
Veredicto
Con actuaciones genéricas, una dirección y un guion que dejan mucho que desear, Redcon-1 es un apocalipsis que el espectador deseará que llegue de inmediato y una prueba de que, al igual que los vampiros, quizá el subgénero zombie debería permanecer muerto por un rato… o al menos hasta que exista una razón original para traerlos de vuelta a la vida y por ende, a la pantalla grande.
