Benedetta de Paul Verhoven demuestra que la transgresión puede venir del cielo, pero…

Atentos: antes del nacimiento de Cristo ya existían las religiones. Digamos que Jesús no vino a inventar el hilo negro y que la Iglesia de Roma tomó prestada una figura netamente pura y alabada por su honestidad para manipular a muchos creyentes. Porque, seamos honestos, el catolicismo apostólico de Roma ha caído en muchos inciertos y blasfemias propios que ha desacreditado tanto su imagen como la de ese personaje, ese Salvador.

Inmediatamente muerto Jesús comenzaron rumores e incluso teorías conspirativas acerca de su relación con María Magdalena. En la novela de Nikos Kazantzakis titulada La última tentación de Cristo se explora el tema e incluso el director Martin Scorsese dirigió su adaptación al cine. La historia planteaba una idea tan aberrante a la figura de un hombre que la misma Iglesia crucificó y después ayudó a consagrarla. Cines en muchas partes del mundo se rehusaron a estrenarla y muchos actores rechazaron el papel principal que al final terminó aceptando William Dafoe. ¡Un verdadero escándalo!

Programada para ser estrenada en el Festival de Cine de Cannes de 2019 y retrasada por diversos motivos, Benedetta pudo ver la luz de los festivales en presencia de Paul Verhoven, su director, y bajo las más polarizadas críticas que la calificaban de blasfema, a lo que Verhoven respondió: “¿cómo puede ser algo blasfemo cuando la historia desde origen es así? El adjetivo en ese caso me parece estúpido”. Incluso uno de los productores al leer el guion le puntualizaron al director que quitara las escenas lésbicas de la monja, a lo que Verhoven respondió que nunca borraría lo que la misma mujer luchó para que se supiera en su propia esencia.

Benedetta está basada en hechos reales en la Italia renacentista y en el libro que da fiel testimonio de sus creencias, de sus visiones, al mismo tiempo que de su sexualidad llevada a cabo sin miramientos. Benedetta fue una mujer que desde niña tenía una fe fuerte en los hechos de Dios y decide ingresar por su propia cuenta en un convento donde pronto recibe marcas de estigmas en su cuerpo, sintiendo al mismo tiempo también atracción por una de sus compañeras.

Conocemos bien el trabajo de Paul Verhoven, sabemos que siempre muestra al ser humano en toda su complejidad. En este caso parte desde la fe y amor por Cristo igualando a la atracción física. El director nunca juzga a su protagonista y es por este hecho que le pareció absurdo que calificaran a su película de blasfema cuando la historia en sí misma así fue. Nunca fue la intención del realizador de esconder los claroscuros de una mujer que defendía su creencia y su sexualidad con la misma fortaleza; entonces, tampoco nos tocaría a nosotros hacerlo.

Benedetta sí es una película fuerte en forma y discurso. No dudo en ponerla en un mismo lugar en el que se encuentra La ultima tentación de Cristo, por que ambas interactúan verbalmente con lo mismo: la fe y la moralidad de sus implicados. La moralidad no disocia de la fe a un individuo, puede suceder que lo dividan, como en su momento el Apostol Pablo puntualizó que sufría del aguijón de la carne al mismo tiempo que escribía las cartas paulinas que vienen en La Biblia. La fe está intrínsecamente relacionada con la moralidad, para bien o para mal, porque es la inmoralidad que puede aquejar a un individuo y su consciencia de esta lo que lo puede llevar a ser perdonado y viceversa. La falta de creencia puede llevar al mismo individuo a cometer hechos inmorales (no solo sexuales).

Lo extraordinario del trabajo de Verhoven es que no crea una dicotomía del ser humano, en este caso de una mujer religiosa que creía fervientemente en Jesús a la par que no podía vencer ese “aguijón de la carne” que la hacía sentir una atracción sexual por otra mujer. Verhoven se aleja de cualquier forma que justifique los lados oscuros y exalte en exceso la propia luz del personaje por la simple razón de que la humanidad es así, luz y oscuridad al mismo tiempo. Es obediente y transgresor desde el inicio de los tiempos. Esta característica de Benedetta sí la hace blasfema e incómoda en muchas de sus partes, pero también logra hacer una crítica muy puntual e incisiva a la doble moral de cualquier religión y el juicio que existe en estos tiempos hacía la vida de los demás, a veces, sin tener ninguna prueba más que un solo tuit. Los juicios del ser humano sirven para tapar los propios: dime que juzgas y te diré que haces.

Debo mencionar que las actuaciones de Virgine Efira como Benedetta y Charlotte Rampling como la abadesa del convento me volaron la cabeza. Efira no tiene temor de su personaje, lo abraza y lo lleva a cabo con mucha fortaleza. Hubo partes que me sorprendieron; hasta pensé que ocuparon un doble de cuerpo para la actriz, pero leí que no, que todas las escenas de desnudos, así como las de sexo, fueron realizadas por ella. Pienso que por este personaje la actriz debía de ser tomada en cuenta para algún tipo de nominación: sus cambios de personalidad son épicos, puede ser pura y virginal como erótica y blasfema. ¡Es impresionante!

Benedetta puede llegar a causar un poco de resquemor a ciertos espectadores, y no solo a aquellos creyentes, al común y corriente también. A veces ver a la naturaleza humana tal cual es, a flor de piel, incomoda.

Benedetta de Paul Verhoven va ser incómoda para muchos porque derrumba idealizaciones de todo tipo. Quita la venda de los ojos que pone la fe ciega y excesiva en los hombres que se proclaman “de Dios“, pero también expone la luz y la oscuridad de la naturaleza humana… eso es lo que más aplaudo. ¡Mea culpa!