Comencemos por aclarar que, como en todas las artes, el cine es el punto de vista de quien lo realiza. Esto siempre va en función de girar alrededor del personaje que se trata de plasmar o delinear pero es una interpretación y estas no son objetivas, siempre son subjetivas. La objetividad, bien dicen, se busca en biografías autorizadas por descendientes o verificadas por la misma historia. De esta forma, si queremos una historia apegada a los hechos, podemos buscar otro tipo de material como el documental.
Sé que estamos hasta arriba de biopics que resultan en interpretaciones libres y muchas de ellas poco creativas sobre personajes relevantes de cualquier ámbito. La más reciente fue Napoleón de Ridley Scott que fue muy criticada por la libre y deliberada adaptación que hizo sobre el último emperador francés; fue defenestrada por históricamente inexacta y biográficamente exagerada. Y entonces Bob Marley: La leyenda (Bob Marley: One Love).
El movimiento rastafari es un movimiento espiritual jamaiquino que consiste en una mezcla espiritual entre el hinduismo y la influencia judío cristiana. La religión se centraba en el supuesto mesianismo el emperador etíope Haile Selassie I como descendiente directo del rey bíblico Salomón. El principal o el más famoso seguidor y quien provocó la explosión de esta religión fue Bob Marley.
Bob Marley: La leyenda (Bob Marley: One Love) es una mirada muy superficial a la vida personal y musical del cantante, que hace foco en los movimientos políticos y sociales de los que fue causante pero también víctima. Reinaldo Marcus Green, el director de la cinta, condensa. Cuando digo esto es que los pasajes de la vida de Marley funcionan como una perfecta introducción al mensaje que comunicaba, la música con la que trascendía y la personalidad con la que atraía a las masas. El guionista Zach Baylin retoma la historia escrita por Terence Winter y Frank E. Flowers basada en vivencias contadas por los hijos del propio Bob.