Vives lejos de tu casa. Visitas poco a tus padres. Eso significa dos cosas: que los extrañas mucho y que no sabes qué sucede bien entre ellos.
La Navidad es un momento de paz y amor para las familias… siempre y cuando haya armonía.
Si no la hay, puede llegar a suceder esto.
Llegas a la casa de tus padres. No los ves hace meses. ¡Qué momento emotivo! ¿Cómo no fundirte en un abrazo con ellos y que se te caigan unas cuantas lágrimas?
Nada mejor en Navidad que deleitarse con manjares. ¡A comer! Buen vino, buena comida... ¿buen silencio?
Sí, silencio. Notas cierta tensión entre papá y mamá. Pero, ¡no importa! ¡Debe ser tu imaginación! Tal vez están tan emocionados con tu visitas que se quedaron sin palabras...
... o tal vez no. La peor pesadilla de todas está ocurriendo: Navidad, mamá y papá discutiendo, tú anonadado.
¡Cuánta tensión! ¡No sabes qué hacer! Hace 5 años que dejaste el cigarrillo, pero tal situación enciende tu alerta-anti-stress en formato nicotina.
Ellos aún discutiendo. Ya te fumaste una decena de cigarrillos. Caminas de aquí para allá sin entender nada. Pasemos al siguiente paso anti-stress: el alcohol.
Nada es gratis en esta vida: el cuerpo acusa recibo. Y más aún si tomaste DOS BOTELLAS DE TEQUILA SEGUIDAS.
Y empiezas a volar, tu mente se relaja, estás feliz, viva la Navidad, Papá Noel, Los Renos, todo. Ya no te importa nada.
Mamá y papá dejan de discutir. ¿Por qué? ¿Entraron en razón? NO. Estás tan borracho que (en algo) se ponen de acuerdo: necesitas irte ya mismo a tu casa. Eso sí: mejor en taxi. No vaya a ser que vomites sobre las alfombras del auto familiar.
El taxista pasó de ser un simple desconocido a tu más cercano amigo: abre las puertas de tu casa, te arropa en la cama y antes de irse exclama "pásala bien, chamaco". Navidad, ese festejo tan hermoso.