Con Oppenheimer, Christopher Nolan vuelve a sus geniales bases narrativas y estilísticas - Spoiler Time
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Con Oppenheimer, Christopher Nolan vuelve a sus geniales bases narrativas y estilísticas

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Una de las películas del año.

A la luz de la historia, la creación de algunos inventos podrían caer dentro del escrutinio social, político y moral. Uno de ellos fue la división del átomo que dio pie a la bomba atómica y la energía nuclear. Y entonces, Oppenheimer de Christopher Nolan.

Cuando hablamos del Uranio 235 y las reacciones atómicas de su actividad causadas por la fisión energética dentro de la teoría, resultan interesantes, incluso determinantes para la creación de una fuente de energía interminable, no obstante muy peligrosa y destructiva. Los libros de historia nos han demostrado que juzgar a un autor o investigador por su obra sería tan injusto como juzgar a Dios por crear al diablo o incluso al ser humano, si cayéramos en el aspecto más religioso y existencialista del pensamiento.

J. Robert Oppenheimer es comparado con Prometeo, el personaje mitológico que proporcionó el fuego a los hombres y fue condenado a la tortura eterna. En el año de 1945, Estados Unidos es obligado por Japón, ante el ataque a Pearl Harbor, a entrar a la Segunda Guerra Mundial. El país más poderoso del mundo tenía miedo que le robaran el descubrimiento de la división del átomo para llegar a la fisión y fusión energética que diera paso a la nuclear. Esta arma representaría detener de una vez por todas, por medio de un susto bélico y venganza, una guerra por demás innecesaria. 

Oppenheimer, como es el estilo de Christopher Nolan, es varias cosas a la vez y su forma de contar la historia corre en distintos tiempos. También es una dicotomía de un solo personaje que logra visitar dos etapas distintas: la del descubrimiento científico de la historia y las consecuencias de entregarlo a la humanidad. Es interesante ver cómo Nolan es un gran narrador grandilocuente cuando no quiere regodearse en un estilo pretencioso como lo hizo con Tenet. 

Ahora, no todo es miel sobre hojuelas, y aquí va la parte más incisiva de mi opinión: no necesariamente estos puntos negativos juegan en contra de la películas, todo lo contrario; son, mejor dicho, ideas que creo salen sobrando en la película porque en algún momento se siente demasiado Nolan. Yo sé que al director le encanta el formato Imax y sacar el mejor provecho del diseño sonoro que es impresionante, sin embargo, sí rebasa, en mi opinión, los límites de una película con un estilo definido de un autor del regodeo técnico en comparación con lo que necesita la película en realidad. Sin embargo, no es nada grave y termina haciendo de la cinta un producto de su autoría. 

Oppenheimer tiene un elenco increíble. Mientras la veía encontraba cada vez más actores que tenía mucho que no me cruzaba en una cinta. Más allá de los como Cyllian Murphy, Matt Damon, Emily Blunt, Florence Pugh y Robert Downey Jr., todos y cada uno en su personaje están extraordinarios. Sin embargo, Downey Jr. es excelso: se quitó la piel de Iron Man sin ningún problema y es nuevamente impresionante como actor; le extrañaba fuera de ese armatoste mediático que significó Avengers y Marvel. 

Christopher Nolan regresa a sus herramientas básicas de narrativa y técnicas cinematográficas con las que logró ser el autor de cine que es. Dejó de lado esa grandilocuencia regodeante y arrogante para entregar una biopic con estilo propio muy sobrio que coquetea con temas importantes como la culpa, la absolución personal y profesional y, por supuesto, el perdón a uno mismo. 

Vean Oppenheimer.

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