Disney también fue a la guerra: propaganda encubierta y no tanto

Pocos horrores más grandes que el horror de la guerra. De eso no hay dudas. Y, sin embargo, la humanidad, la misma que tanto la condena, es la que parece una y otra vez tropezar con la misma piedra. Desde las Grandes Guerras Mundiales hasta conflictos bélicos menores, o tal vez otros a los que estamos más acostumbrados y, por ende, más anestesiados, la humanidad siempre encuentra motivos para luchar, para enfrentar naciones, para enviar a sus soldados al campo de batalla.

Pero entonces, si tanto condenamos los horrores de la guerra, ¿cómo es que seguimos apoyando que esto suceda una y otra vez? ¿Por qué hay gente que sigue presentándose para formar parte de los ejércitos? ¿Por qué somos capaces de creer que el otro, esa nación extranjera, es el enemigo y debemos enfrentarnos a ellos? La propaganda tiene mucho que ver con esto y te contamos por qué.

Se define como propaganda al conjunto de medios, técnicas y actividades que se usan con el fin de difundir o divulgar información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto. Por supuesto, el cine y la televisión pueden ser utilizados como medios a través de los cuales difundir la propaganda y, volviendo a las preguntas que me planteaba en un comienzo, convencer a la humanidad de que los horrores de la guerra no lo son tanto o, al menos, son horrores necesarios para determinados objetivos.

La industria audiovisual, y esto es algo que lo sabemos desde las épocas del marxismo, es parte del aparato ideológico del Estado, y, como tal, trabaja para difundir y perpetuar las ideas del Estado al que pertenece. Disney, como parte fundamental de la industria audiovisual desde sus comienzos, no escapa tampoco a esta realidad. A pesar de ser siempre relacionado con un universo mucho más infantil, con las animaciones que nos dejan el corazón rebosante de ternura, Disney también puso su granito de arena para reproducir ideología del país al que pertenece.

Cuando hablamos de propaganda y de la Segunda Guerra Mundial, lo primero que se nos viene a la cabeza, en general, es el uso que le daba a la misma el Nazismo. Sin embargo, del lado de los Aliados, contaron con filmes y cómics que ayudaron a convencer a la población de quién era el enemigo. Disney (aunque también hubo otros) fue parte de esta difusión propagandística gracias a una serie de cortos animados que a vez con sutileza y a veces no tanto, lograban plantar a los Aliados del lado de los buenos y a todos aquellos que no lo eran, del lado de los malos.

Por ejemplo, en la versión animada del clásico infantil Los tres cerditos, Disney plantó muy discretamente una bandera británica en el jardín del chanchito que construye su casa con materiales resistentes, como un albañil, mientras que en la cabeza del malvado lobo que busca aniquilarlos pusieron un gorro con una esvástica, así como también una cinta con la misma en su brazo.

Menos sutiles suelen los cortometrajes que tienen como protagonista al Pato Donald, quien, por ejemplo, en el filme titulado The Spirit of ‘43 intenta convencer a la sociedad estadounidense de pagar sus impuestos (a pesar de que estos hayan aumentado) para así colaborar con los esfuerzos que la Segunda Guerra Mundial estaba llevando. No por nada Armand Mattelart y Ariel Dorfman escribieron Para leer al Pato Donald, un libro revolucionario en el Chile de los años 70, que desnudaba al personaje de Disney como un verdadero aparato ideológico del Estado.

Por supuesto, Disney no fue el único medio productor de propaganda. Personajes de Warner, como los Looney Tunes, también contribuyeron en defender y sostener los horrores de la Segunda Guerra Mundial, así como también lo hicieron los cómics con Superman o el Capitán América. Por eso, ahora, que nos encontramos en la puerta de otro conflicto bélico como es el de Ucrania y Rusia, es importante aguzar nuestra mirada como espectadores y estar atentos para reconocer a la propaganda como tal y poder pensar como individuos.