La Noche del Solsticio de Verano es la prueba de cómo se deben hacer los melodramas en la actualidad

La industria del entretenimiento mexicano es conocida a nivel global por sus telenovelas. Estas producciones han recorrido el mundo para llevar a los espectadores internacionales el melodrama de este país a culturas que jamás se hubiese uno imaginado podrían conectar con la idiosincrasia de México y su pueblo. Verónica Castro (Los ricos también lloran) y Victoria Ruffo (Simplemente María) lograron conquistar las zonas más gélidas de Rusia, y ni que decir de Thalía que con la trilogía de las Marías –María Mercedes, Marimar y María la del barrio–, la llevó a recorrer el mundo entero y convertirse en una actriz y cantante conocida por todos.

Tristemente, desde hace varios años, la industria de las telenovelas en México ha quedado relegada por competidores que provienen de todo el mundo con producciones como Avenida Brasil (Brasil), Yo soy Betty, la fea (Colombia) y por supuesto la industria turca que se alzó como la verdadera reina del melodrama. ¿Y a qué se debe este cambio? En México la evolución a nivel televisivo no se ha dado como en otras áreas del mundo, quedando relegados a formatos excesivamente largos con historias que no se apegan a la actualidad y que son completamente repetitivos.

En días pasados, Netflix presentó el estreno de la miniserie La noche del solsticio de verano, una producción noruega de cinco episodios que muestra un melodrama familiar resumido en casi 3 horas, ya que cada episodio tiene una duración de 30 a 40 minutos cada uno; lo cual muestra como se puede seguir explorando el género del melodrama en tiempos actuales.

Como lo dice el título de la serie, la historia se desarrolla en las fiestas del midsommar en Suecia, aunque no de manera tan terrorífica como lo vimos en la película Midsommar: el terror no espera la noche, dirigida por Ari Aster y protagonizada por Florence Pugh. La trama nos presenta a Carina y Johannes, un matrimonio que reúne a toda su familia para la tradicional celebración sueca con un propósito velado de revelar algunos secretos que podrían cambiar la dinámica familiar para siempre. Será durante esta celebración en donde todos los invitados también tendrán algunos misterios que se irán revelando y que dejarán en claro que nadie está exento de ocultar cosas a los demás.

Poco menos de quince personajes forman esta historia que se desarrolla principalmente en un solo escenario: la casa de los anfitriones. La gran proeza de esta serie es adentrarnos al drama familiar que viven Carina y Johannes, quienes tienen dos hijas, la más chica enamorada secretamente del prometido de su hermana mayor. Así cada personaje mantiene un secreto que se involucra con los demás y que hace que esta historia mantenga la intriga y los enredos propios del melodrama. Pero a diferencia de lo que hacen las producciones mexicanas, toman cada narrativa para hacerla simple y sin dramas innecesarios que cansan y aburren al espectador final.

Los engaños, las enfermedades degenerativas, los solteros empedernidos y los amores secretos son solo algunos de los tópicos que las telenovelas han usado por años y que en esta producción noruega están presentes. Pero que esta vez no están metidos con calzador para causar grandes escenas de acción y sorpresa, esta vez fluyen de manera natural con la trama y con el drama que cada personaje vive. No hay escenas de cachetadas, no hay la intensidad de los gritos entre dos personajes, es más no hay las escenas sexuales de engaño; pero aún así todas las decisiones de dirección y de como mostrar el drama se siente real y doloroso.

La noche del solsticio de verano demuestra que no se necesitan más de cien episodios de una hora para hacer un buen drama y que lo mejor es que las historias pueden tener finales felices, pero con cierta ambigüedad como la vida misma. Porque ya no estamos en una época donde creamos que todo termina como en cuento de hadas donde todos son felices para siempre.