El director Trần Anh Hùng nos habla de su nueva película El Sabor de la Vida - Spoiler Time

El director Trần Anh Hùng nos habla de su nueva película El Sabor de la Vida

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El director y guionista de cine de origen vietnamita nos habla de cómo fue filmar esta película en la que la comida es la base de un gran romance.

A casi un año de haberse llevado el premio a mejor director en la edición 2023 del Festival de Cannes por su película El Sabor de la Vida, el director Trần Anh Hùng platicó con nosotros, debido a su próximo estreno en salas mexicanas, sobre esta coproducción entre Francia y Bélgica que será muy especial para aquellos amantes de la cocina.

La trama nos presenta a Eugénie, una excelente cocinera que trabaja desde hace veinte años para el famoso gastrónomo Dodin. A lo largo de los años, su pasión por la gastronomía y su admiración mutua han dado lugar a una relación entrañable. De esta unión nace una serie de platos deliciosos y delicados que sorprenden a los mejores chefs del mundo. Sin embargo, Eugénie, ansiosa de libertad, nunca quiso casarse con Dodin, así que él decide hacer algo inaudito: cocinar para ella.

Trần Anh Hùng nos platicó de donde nace esta historia, como fue la experiencia de filmar, e incluir platillos reales, así como de otras áreas de la producción fundamentales para esta película, como lo son la fotografía, la edición y el sonido.

Video
https://www.youtube.com/watch?v=0N5Rf3C4YJc

Spoiler Time: Háblanos un poco sobre el origen de tu película.

Trần Anh Hùng: Estaba buscando un tema que tuviera que ver con la gastronomía, tanto profesional como artística. Finalmente, di con un libro maravilloso sobre la gastronomía, The Passionate Epicure: La Vie et la Passion de Dodin-Bouffant, Gourmet (Vida y pasión de Dodin-Bouffant, gastrónomo), de Marcel Rouff.

ST: La novela de Marcel Rouff comienza con la muerte repentina de Eugénie luego de regresar del mercado, pero preferiste presentarla viva, junto a Dodin.

TAH: Preferí contar la historia como una precuela de la novela de Marcel Rouff. Eso me dio la libertad de imaginar la relación entre Eugénie (Juliette Binoche) y Dodin-Bouffant (Benoît Magimel). Y también fue la oportunidad de explorar algo poco frecuente en el cine: la relación conyugal. E incluso es menos frecuente cuando funciona.

ST: En esta pareja, hay una otredad y una complicidad que eran inusuales a principios del siglo veinte…

TAH: Sí, es maravilloso ver a personas de su edad, en el “otoño de la vida” como diría Dodin, con un deseo de vivir que describiría como clásicamente francés. Sin romance ni pasión ardiente, algo en orden y comedido en una relación tranquila con el mundo y la naturaleza. Valoro la delicadeza y la templanza que tienen el arte y la mentalidad de los franceses. En ese sentido, creo que mi película es sumamente francesa.

ST: La primera escena ocurre al amanecer en una huerta, mientras Eugénie recoge las verduras que usará en la comida del día. Más que una carta de amor a la gastronomía, la película es una verdadera oda a la vida y las estaciones cambiantes…

TAH: Me pareció importante que Eugénie buscara alimentos en la tierra y que fuera a la mañana temprano para percibir la tarea del agricultor, el primer requisito de una comida. Al mismo tiempo, me pareció divertido mostrar la antena de bronce revestida de zinc que Eugénie encuentra en el jardín de los padres de Pauline (Bonnie Chagneau-Ravoire). Es una técnica inventada por monjes franceses que es buena para la tierra, similar al permacultivo y la agricultura orgánica actuales. Los agricultores la abandonaron hace mucho tiempo y la reemplazaron por los pesticidas. Y por supuesto, necesitaba vegetación externa para transmitir la serenidad que aportan la naturaleza y las estaciones cambiantes… Dodin está encantando de darle la bienvenida al invierno con su propia gastronomía y la presencia de las personas que ama.

ST: Pierre Gagnaire, cocinero galardonado con tres estrellas Michelin, fue el asesor de la película. ¿Cómo se embarcó en esta aventura?

TAH: No nos conocíamos. Patrick Rambourg me lo presentó. Estaba trabajando en el guion como asesor histórico sobre gastronomía y le pregunté quién podría asesorarnos. Mencionó a Pierre Gagnaire. Dijo: “Anda a verlo. Es encantador”. Pierre y yo nos encontramos por primera vez en su cocina, donde me invitó a probar un maravilloso pot-au-feu del menú de ese día. Comenzamos a trabajar juntos durante la preparación. Eligió los menús que Patrick Rambourg y yo habíamos pensado: “Este es bueno, no tengo ni la menor idea qué es, olvídalo…”. Y luego llegó el momento. Tuvo que cocinar los platos para que yo pudiera ver cómo sería filmarlos. Fue conmovedor verlo en la cocina: prueba, puede cometer errores, empieza de nuevo hasta que encuentra lo que quiere. Es un soñador; verdaderamente generoso y sincero. Nos pusimos contentísimos cuando aceptó el papel de officier de bouche del príncipe de Eurasia.

ST: ¿Cocinó todo lo que vemos en la película?

TAH: No, estaba demasiado ocupado. Preparó todos los platos que iban a aparecer en la película durante la preproducción. Tenía que entender los platos y asegurarme de que fueran interesantes de filmar. Una vez terminado eso, Michel Nave ocupó su lugar en la locación. Michel Nave había trabajado para Pierre durante más de cuarenta años y se acababa de jubilar. Sin Michel, Pierre nunca habría aceptado trabajar en la película. Sabía el trabajo que había que hacer en la locación. Imagínese, solo para filmar el pot-au-feu, Michel Nave tuvo que manipular cuarenta kilos de carne: carne cruda para preparar y cocinar, carne ya cocida y lista para cortar en rodajas, lista para servir… Fue una tarea interminable, colosal. A veces, hasta había que hacer malabarismos. Para la escena del hortelano, en la que se usaron codornices (el hortelano es una especie protegida), tuvo que trabajar detrás del set, en un agujero sucio y derruido de la pared, de pie sobre una pila de escombros, unos 40cm por debajo del set, en una hornalla de gas butano. Le encantó. Le pareció energizante. Se rió: “En mi vida, me he quejado con frecuencia de las condiciones de trabajo, pero esto es el colmo”.

ST: Rara vez hemos visto que la comida se filmara así…

TAH: Tiene razón. Incluso el equipo no salía de su asombro. Nunca habían visto algo así tampoco. En los rodajes, suelen usar comida de mentira, con un “nuevo aspecto” si es necesario. Acá todo era real.

ST: ¿Pensaste de inmediato en Juliette Binoche y Benoît Magimel para los papeles de Eugénie y Dodin?

TAH: Pensé de inmediato en Juliette Binoche. Después en Benoît. Juliette tiene una presencia increíble. Una vez que aparece, todo se vuelve real, interesante, conmovedor. Como es una mujer moderna y comprometida en la vida real, le aporta al personaje una fuerza interior que hace que su resistencia a los deseos de Dodin sea más tangible. Tal vez ella no lo sabe, pero cuando estuvo con nosotros, la disciplina mejoró en el set. Y honestamente, la película no se habría podido realizar sin su ayuda. Estuvo comprometida con el proyecto en las buenas y en las malas. Benoît llegó después, justo a tiempo. Fue un gran golpe de suerte. Es el actor más relajado y divertido con el que trabajé. Tiene mucho talento para relajarse y soltar. Es agradable para trabajar. A veces, retrabajamos los diálogos cuando no se sentía cómodo con una frase. Yo lo reescribía unos minutos antes de filmar y empezábamos. Convocarlos después de veinte años de no trabajar juntos fue algo único.

ST: De hecho, es una película sobre compartir y transmitir conocimientos…

TAH: Soy de Asia, donde la gente no transmite sus conocimientos de buena gana. Preferimos llevárnoslos a la tumba. Después de la muerte de Eugénie, los amigos de Dodin se obsesionan con ayudarlo a reconciliarse con la vida. Dodin todavía está haciendo el duelo y se niega rotundamente a contratar a un nuevo cocinero. Es la promesa que Eugénie le hizo a Pauline de tomarla como aprendiz lo que lo obliga a buscar un cocinero para capacitarla. Entonces la transmisión de conocimientos a Pauline y la resurrección de Dodin parten del mismo trazo narrativo.

ST: Jonathan Ricquebourg es el director de fotografía. ¿Cómo trabajaron los dos?

TAH: Es un director de arte joven que estudió, como yo y muchos otros, en la escuela Louis-Lumière. Trabajar con él fue fácil. Le dije: “La luz crea imágenes hermosas y ese es tu trabajo, pero el encuadre es la dramaturgia y depende de mi cuadro por cuadro, de lo que llamo la dirección técnica”. Por lo tanto, en la locación, acepté espontáneamente cualquier sugerencia de iluminación que propuso Jonathan. Por otro lado, juntos trabajamos mucho el encuadre.

ST: ¿Qué significa la edición para ti?

TAH: Diría que la edición confirma el setenta por ciento de mis intuiciones mientras escribo el guion. En la etapa de la escritura, percibo la película como un movimiento musical, un animal que camina de una determinada manera, con gracia. Esa sensación física me estimula durante el rodaje. Observo que las imágenes cobran forma en el set, sin anticipar nada. La edición confirma esas intuiciones. Y el treinta por ciento restante es entonces descubrimiento. La edición revela la solidez verdadera del sistema, lo bien que usaste el lenguaje específico del cine, lo preciso que fuiste al moverte de un fotograma al siguiente y no solo en respuesta a la narrativa o la necesidad temática. Los errores pueden borrarse con facilidad durante la edición. Y luego está el placer de descubrir cosas lindas que surgen como la frutilla del postre. Por ejemplo, fue durante esta fase cuando descubrí qué actriz magnífica es Galatéa Bellugi, que hace de Violette. Estaba tan ocupado con Benoît y Juliette durante el rodaje que supongo que dejé que hiciera las cosas a su manera. Fue durante la edición cuando me di cuenta de lo precisa y lo creativa que era y lo perfectos que eran sus tiempos. Y qué presencia espléndida. El microfonista me dijo que fue la más agradable de grabar. La otra parte importante de la edición es el sonido.

ST: Salvo la transcripción para piano de un fragmento de la ópera Thaïs de Jules Massenet al final de la película, no hay música en El Sabor de la Vida. Y sin embargo, uno tiene la impresión estar escuchando a una auténtica banda de sonido: la carne chisporroteando, el viento, el gorjeo de los pájaros…

TAH: Nunca tuve que dirigir una película tan sustanciosa como esta debido al contenido gastronómico. Todos los elementos que nuestros personajes manipulan (carne cruda y cocida, verduras, plumas, grasa, manteca, tierra, agua, fuego, madera, metal, etc.) suprimieron lógicamente la necesidad de incluir música en la realización de la película. Toda esa realidad material es expresiva de una manera muy convincente; ancla nuestros personajes a la vida diaria con firmeza. La música habría socavado eso. Pero hubo un trabajo cuidadoso y de gran inventiva en la banda de sonido. Suelo decirles a mis colaboradores que le están proporcionando el aroma también.

El Sabor de la Vida estrena este próximo jueves 28 de marzo en salas de cine, distribuida por Diamond Films.

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