La fábrica es un campo de batalla - Spoiler Time

La fábrica es un campo de batalla

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El documental de Netflix ganador del Oscar brinda una interesante mirada sobre el choque cultural producto de la globalización y las luchas de la clase obrera en Estados Unidos.

La última edición de los Premios Oscar sin duda fue una de las más sorpresivas que hayamos visto en los últimos años, con Corea del Sur haciendo historia y marcando fuertemente el cambio de paradigma de Hollywood. Si bien, el Gigante de Streaming otra vez tuvo que quedarse con las ganas de levantar la estatuilla dorada por su impecable The Irishman, en la categoría documental obtuvo un merecido reconocimiento gracias a American Factory, el filme de Steven Bognar y Julia Reichert que ofrece una lectura aggiornada acerca de la explotación en la fábrica en la era de la globalización.

Video
https://www.youtube.com/watch?v=m36QeKOJ2Fc

Producido por el matrimonio Obama para Netflix, este documental sigue el proceso de instalación de una fábrica china proveedora de vidrios para autos bautizada Fuyao Glass America en una pequeña ciudad del Estado de Ohio, en el medio oeste de los Estados Unidos. Lo que al principio parecía un motivo de esperanza para una comunidad que en 2008 había visto la pérdida de miles de puestos de trabajo tras el cierre de una planta de la General Motors, pronto comienza a transformarse en una batalla entre la patronal y los obreros norteamericanos que se niegan a aceptar la implantación del sistema laboral chino, con sus 12 horas de trabajo, un salario por debajo de la media y tan solo 2 francos al mes, y que trae aparejado un choque de culturas con sus compañeros asiáticos, acostumbrados a acatar ordenes y producir a un ritmo bestial.

Mientras la gerencia de la fábrica juega su arma más poderosa al dividir al proletariado, los riegos de salud para los obreros aumentan y la sindicalización se abre paso. A lo lejos, un enemigo parece finalmente sepultar las mentiras del American Dream alguna vez profesadas tanto por locales como extranjeros: la automatización.

1 El origen

La idea de documentar este experimento chino en tierra americana nació en realidad 6 años antes de la llegada de Fuyao y como consecuencia de un cortometraje. En 2008, la dupla de Steven Bognar y Julia Reichert decidieron filmar el cierre de la fábrica General Motors en Moraine, Ohio, a solo 25 minutos de su casa, y llevarla a la gran pantalla a través de un corto titulado The Last Truck: Closing of a GM Plant. El documental, que en 2009 fue nominado al Oscar, reflejaba los últimos meses de los obreros de esta planta de ensamblaje que no solo debían enfrentarse a la inseguridad que produce ser un desocupado en un país (y un régimen) en crisis, sino a la pérdida de aquello que los identificaba como miembros de la comunidad, al orgullo de formar parte de algo que le otorgaba vida al barrio, y la camaradería construida a través de los años. Fueron muchos los trabajadores que vieron su estabilidad económica irse a pique, perdiendo en algunos casos su derecho a una propiedad y dejando muy atrás las perspectivas de crecimiento típicas de la clase media.

No fue hasta 2014 que el antiguo edificio de GM volvió a encender sus luces de la mano de Cao Dewang, un multimillonario inversor chino decidido a trasladar su empresa Fuyao, líder mundial en fabricación de vidrios automotrices, a Ohio junto con un grupo de experimentados obreros chinos que creía serían indispensables para enseñarle a los americanos la forma de trabajo intensa en tareas repetitivas y la disciplina casi militar que allí se aplicaba. Por supuesto, Steven y Julia no dudaron en seguir de cerca esta re-apertura de la fábrica, con acceso libre para documentar la vida de los trabajadores tanto adentro como fuera de Fuyao y las diversas reuniones del personal junto con la patronal que dejaban en claro que esta nueva fuente laboral estaba bastante alejada de la idea de salvación de una comunidad que había visto su economía devastada.

2 La brecha cultural

A medida que avanzan las primeras jornadas laborales surgen los choques entre la cultura occidental y oriental y sus distintas maneras de reaccionar ante un sistema de trabajo sobreexplotador como el que pregona Fuyao. Mientras que gran parte de los 2.000 mil obreros contratados, algunos de ellos ex empleados de la General Motors, se quejan por el bajo salario y las condiciones insalubres en que deben producir, los chinos que dejaron a sus familias en su país natal por este empleo parecen acostumbrados a aceptar todo tipo de reglamentación, incluso cuando estas violan sus derechos fundamentales. Para estos trabajadores el salario es algo que “debe ganarse” y para ello los obreros tienen que hacer sacrificios.

Cabe resaltar que en China es muy común que la clase trabajadora ejerza su oficio lejos de su hogar y vea a sus familias una o dos veces por año, como también el hecho de vivir hacinados en pequeños departamentos o trabajar largas jornadas con horas extras incluidas. Ni hablar de la falta de sindicalización. Si entra el sindicato, cierro la fábrica“, advierte en un momento el dueño Cao Dewang sobre el destino de Fuyao.

Foto: Netflix

Cuando la fábrica resulta ineficiente ante las altas demandas imposibles de cumplir, la tensión aumenta. En sus reuniones con los empleados de cuello blanco, los obreros chinos dejan en claro que aquí el problema son los norteamericanos. “Son muy lentos” o “tienen dedos gordos“, son algunos de los justificativos para la baja en la producción.

En esta especie de guerra de pobres contra pobres, donde incluso los chinos consultan a los gerentes sobre la posibilidad de obligar a trabajar horas extras a sus compañeros occidentales, el sindicato comienza a hacer mella en la fábrica. Las protestas logran alguna que otra pequeña victoria, pero el panorama sigue siendo deplorable. Como castigo, llegan los despidos injustificados y con ellos el plan de aleccionar a los obreros parece seguir en marcha.

3 Un enemigo en común

Pese a esta división que se genera entre miembros de la misma clase explotada, el documental evidencia cómo algunos de los trabajadores americanos logran generar un vínculo de camaradería muy fuerte con sus compañeros chinos, más allá que estos acompañen las medidas del sindicato o no. Se generan lazos en donde se aprende un poco sobre las técnicas y las filosofía de vida de cada uno, algo que en un contexto de trabajo más humano sería sin dudas muy beneficioso.

Hacia el final del filme, una escena parece volver a unir a los obreros como victimas de una amenaza cercana y aún desconocida para ellos: la patronal de la empresa busca automatizar ciertos procesos que traerían aparejado el despido de decenas de empleados. Lo que nos lleva a reflexionar: ¿será posible en un futuro el reemplazo total de la mano de obra por capital fijo (máquinas) y robots? La falta de reacción ante imprevistos por parte de autómatas, las fallas técnicas, la imposibilidad del capitalista de extraer plusvalía de las máquinas como así también las diversas contradicciones del sistema (una sobreproducción en un mundo con menos trabajadores, es decir, menos personas que puedan consumir esos productos), nos hacen pensar que no.

Foto: Ian Cook

De cualquier manera, American Factory deja la pregunta latente y con ella la pesadumbre de los obreros, chinos y norteamericanos, que observan cómo su futuro laboral se difumina.

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