Del anhelo de la eterna juventud, pero… - Spoiler Time

Del anhelo de la eterna juventud, pero…

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Lo nuevo de Michael Rowe se desentiende de su relato y termina por caer en una falsa metáfora sobre la vida.

Una de las cuestiones inevitables y de los mayores miedos sobre la vida es crecer, madurar, contemplar el pasar de los años en nuestro cuerpo y en el de las personas que nos rodean. Añorar esos recuerdos y momentos álgidos de nuestra existencia, el miedo que representa lo efímero de la juventud, venerar la adultez insulsamente, reflexionar sobre lo que hemos hecho y los que nos falta. La complejidad del tiempo y lo relativo que resulta. Problemáticas existenciales y filosóficas que plantea el cineasta Michael Rowe (Año bisiesto, 2010) en su nueva narrativa, Danyka (Danyka mar de fondo), una simple pero a la vez compleja historia sobre enfrentamientos internos y reflexiones sobre la vida misma.

Video
https://www.youtube.com/watch?v=ezrJYXrrvWA

Con su inicio, el australiano Rowe nos cuenta la historia de Armando (Demian Bichir), un sobrio escritor e historiador de 50 años que, junto a su esposa Tere (Lisa Owen), viaja hacia las playas de Sonora para encontrarse con una pareja de amigos, Neto y Chayo (Marco Treviño y Claudia Ríos). Al adentrarse en la playa y en las pláticas sobre la vida, Armando conoce a Danyka (Sasha González), una joven amiga de la hija de Neto. Ella despertará el interés del escritor y dará comienzo a una interacción pasional y provocativa que cambiará la vida de nuestro protagonista.

Rowe es atinado en cierto momento con su templanza para relatar, a través de planos extensos, la sensibilidad y la expresión misma de la vida, de la edad, esto a través de los ojos de un personaje maduro y reflexivo como lo es el de Demián Bichir, pues es en estos momentos de conversaciones sinceras, pausadas y retratos extensos y fijos sobre el mar, el atardecer y la fluidez con la que el tiempo transcurre a nuestro alrededor, que Danyka funciona de la manera en la que debería; funciona la intención contemplativa al principio de la película, aunque se torna cansina por el límite que rebasa el cineasta conforme avanza.

Demián Bichir juega su rol de la manera en la que debe, está ahí para brindar la experiencia y la templanza que un actor de su talla evoca en la audiencia y en la producción en que participa, arropa y retrata a su personaje de la manera en la que debería, aunque desafortunadamente el guion no brinda más elementos que le permitan explotar su talento y su emocionalidad. Lo mismo ocurre para el resto del reparto, que pasa sin pena ni gloria. Por su parte, la debutante Sasha González, se muestra tal cual, una joven que se encuentra descubriendo la vida y su lugar en ella, explorando y disfrutando de su juventud, acertando y equivocándose. El mayor inconveniente es que la química entre los personajes centrales es nula y la inexpresividad sentimental y sexual termina por destruirla.

Pero...

Lamentablemente, Danyka se vuelve un ejercicio tedioso, cero emotivo y sumamente aburrido para el espectador, quien nunca logra construir una verdadera relación de complejidad para con los personajes y menos hacia la intención que plantea el cineasta, la de mostrar la representación de la juventud y la madurez, el anhelo de volver en el tiempo para revivir grandes momentos o experimentar nuevos, el deseo y respeto que se tiene de joven por la experiencia y madurez, por el crecimiento, pasando por la provocativa relación pasional que genera una relación entre una persona adulta y una persona menor de edad, matices importantes que permean en la cinta de manera gris e incipiente.

En resumen

Danyka mar de fondo no logra conectar al nivel puro y emocional que Michael Rowe pretende. La cinta deja un sinsabor de boca y no termina por resolver la problemática del personaje central. Solo un esbozo de reflexión que queda en el aire.

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