Este fin de semana vi Leo, como muchos de ustedes (ya que es la película más vista de Netflix de la actualidad). La verdad, no soy fan de Adam Sandler (tampoco soy su hater), pero le di mi voto de confianza a Leo porque la plataforma de la N roja me ha sorprendido en el pasado con sus proyectos animados (como los casos recientes de Monstruo del mar y Pinocho). Sin embargo, creo que Leo no terminó de atraparme por completo y eso está bien. Digo, al final del día yo no soy su público objetivo, sino los más pequeños de la casa (y me enteré por mi hermana que es maestra de prescolar, que los niños están amando la película).
Leo, la nueva película animada de Netflix, tiene un buen recibimiento pero no sobresale
Creo que mi principal problema con Leo es que es muy larga para uno, ser una película infantil (dura casi dos horas), y dos, tener una premisa muy básica (una mascota escolar se vuelve el consejero de los niños de su clase). Y ojo, no digo que los temas que aborda no sean importantes. Hay una gran enseñanza sobre la confianza en uno mismo, la importancia de la comunicación y la honestidad, pero siento que películas como Monstruo del mar, que mencioné al principio, o Nimona, destacan por abordar temas mucho más profundos y maduros (la primera habla sobre la guerra y el cuestionamiento de la historia y la segunda sobre la experiencia de ser transgénero y el daño que puede hacer el discurso de odio).
Para mí, eso demuestra que la animación es un medio para contar todo tipo de historias y que no solo va dirigido a niños, sino que también es apetecible para los adultos.
Por otra parte, las canciones (sí, es una película musical) no las sentí pegadizas. A mí parecer son bastante olvidables. Al menos en el idioma original (la vi en inglés). Aunque, me gustó que no estuviera saturada de ellas. También me dio la sensación que estaba viendo una película animada de la vieja escuela, ya saben, de esas de los 2000. Pero esto puede ser positivo o negativo dependiendo de cada quién.
Eso sí, el humor de la película es algo que me gustó bastante. De hecho, me sorprendió que tuviera muchos diálogos con doble sentido por parte del protagonista Leo y su amiga tortuga Squirtle.
Otra cosa que me gustó es que los niños pequeños se quedan con el mensaje de que aprender a comunicar sus sentimientos y preocupaciones les puede traer un gran alivio. No tienen que guardarse todo para ellos mismos. Sus amigos, maestros y padres les pueden ayudar a no sentirse tan perdidos en el proceso de crecer.
En resumen, Leo me parece una película muy linda y con grandes enseñanzas para los más pequeños de la casa. Pero no creo que sobresalga por algo en especial como ha sucedido con otras películas animadas de Netflix. Eso sí, me alegra que haya tenido buen recibimiento por parte del público, pues creo firmemente que la animación es un medio que merece todo el reconocimiento del mundo y no ser relegado a ser “menos” cine simplemente por no ser live-action. Con su éxito, espero que la plataforma streaming siga apostando por este tipo de proyectos.
