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La nueva versión de Rebelde deja mucho que desear

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#Rebelde se sentía mejor siendo una telenovela que una serie. Acá te decimos los porqués.

Desde la llegada de Beverly Hills 90210, las historias dirigidas al público juvenil se convirtieron en un éxito rotundo porque estas le comenzaron a hablar a un sector de los televidentes poco o nada explorado. Su evolución escaló a tal grado que migró a Latinoamérica a través del género popular de la región, la telenovela. Un hito sucedió en 2002 con Rebelde Way en Argentina, una historia sobre un colegio privado donde surgirían historias de amor, traición y hermandad entre sus protagonistas. Pero con un toque especial: la música sería un elemento que los uniría a todos.

El impacto de esta historia se trasladó a México dos años después con el lanzamiento de Rebelde, telenovela que superaría a la original y que se convertiría en un éxito internacional, en parte gracias a RBD, el grupo musical surgido dentro de la misma historia. Tomando esta versión, Netflix y Televisa unieron esfuerzos para relanzar esta historia en tiempos actuales.

Rebelde es una nueva serie, con muchos elementos de telenovela, de 8 episodios que funciona como un revival de la telenovela mexicana y a la vez también es un remake porque retoma los arquetipos de los protagonistas para readaptarlos en esta nueva versión, la cual tiene más errores que aciertos. El ser una telenovela es el menor de sus problemas, y no porque esto signifique ser un producto de menor calidad, sino porque Netflix vuelve a cometer el error de no admitir su naturaleza, aunque es entendible que es más una estrategia ya que si el público la identifica como tal se alejará de ella por la mala fama del mencionado género.

Crédito: Netflix

Para continuar con esta lista de errores debemos señalar el conflicto principal de la trama, el cual no tiene un peso argumental dentro de la narrativa. Básicamente, la historia se desarrolla dentro del EWS –como ahora se le conoce al Elite Way School– y gira en torno a un torneo de bandas, en el que los alumnos de esta institución buscan ser las próximas estrellas de la música popular y, por supuesto, seguir los pasos que RBD marcó años atrás. Desde el primer episodio se deja claro que el EWS es una escuela dedicada a varias áreas de estudio con los mejores programas para cada uno, y en la parte musical nunca vemos el intento de desarrollar esa idea a través de clases, porque resulta que todos sus alumnos, o al menos los protagonistas, son grandes talentos que tocan y cambian el ritmo de cualquier canción sin ensayos previos; incluso muchos descubren talentos muy bien desarrollados, que al principio de la serie no tenían. Ellos solo necesitan un escenario o sus instrumentos para transformar todo.

La serie no solo comparte universo con la telenovela de 2004, también reutiliza algunos elementos narrativos, desde la presencia de dos personajes bien conocidos como Celina Ferrer y Pilar Gandia, hasta la constante referencia a los personajes de la historia “original”. Pero todo esto es poco: llegan a revivir el concepto de La Logia. Este grupo, como fuese conocido anteriormente, tenía el objetivo de hacer que los alumnos becados se salieran o fuesen expulsados del colegio para mantener la pureza de niños ricos dentro de él. Claro que el concepto puede causar gracia, pero su ejecución lograba ser efectiva. Ahora, La Logia volvió, pero de una forma polémica: la pureza que tanto pregonaban ya no es un tema –al menos un punto a favor– ya que ahora ellos se encargan de seguir privilegiando a los privilegiados, y su objetivo es hacer que Sebastián Langarica, presidente de este “culto”, pueda ganar la Batalla de las Bandas en su última oportunidad… y su peor maldad es hacer una novatada a los de primer ingreso haciéndolos cantar el tema de Rebelde. Si su poder es tal, entonces no queda claro el porqué no usó esta misma estrategia en años anteriores y lo hace ahora que Sin Nombre – feo nombre para una banda, por cierto – puede llegarle a ganar.

Si todo esto no fuese poco, llegamos al gran tema de la serie: sus protagonistas. Los creadores quisieron retomar, sin perder los elementos que los definen, a los mismos personajes, los cuales ya están bien definidos y siguen en el inconsciente del público: Jana como la chica rica, berrinchuda e incomprendida como lo fue Mia Colucci (Anahí); o Esteban, quien recuerda a Miguel (Alfonso Herrera), un misterioso joven que guarda un secreto que involucra a la familia Colucci –sí, esta familia está de regreso también–; el Diego Bustamente de esta temporada que recae en el personaje de Luka Colucci que no, no es el hijo de Mía, pero sí su sobrino. Luka es interpretado por el actor y cantante argentino Franco Masini, quien cumple con ser un tipo arrogante y antipático, muy característico de los Colucci, pero que además cuenta con el papel de hacer obvias todas las inconsistencias a través de sus diálogos. Esta parte me parece muy interesante porque no sé si fue algo planeado o qué, pero los escritores mismos no se dieron cuenta de su error: Luka hace evidente las situaciones telenovelescas, los misterios y vueltas de tuerca dentro de la historia que no tienen sentido; se siente como un personaje que hubiese sido mejor trabajando a parte e insertado al final, por lo cual no entiende el drama de todos a su alrededor; incluso es el primero en no sentir que La Logia es algo grave, aunque sí busca usarla a su favor.

Pero sí algo le podemos criticar al personaje: la relación con su familia y su espíritu solitario no son abordados como se debería.

Además de ellos tenemos a otros tres roles que cumplen con su objetivo, pero que tampoco aportan nada relevante a la trama: Dixon, un colombiano rico que dice ser pobre para ser aceptado como rapero; MJ, una chica mexicana nacida en California con una crianza religiosa que busca su libertad a base de enágualos; Andi, la baterista de la banda, que sostiene una relación con Emilia, una chica brasileña de clase baja con mucho talento que busca ganar para quedarse en México y conseguir un contrato musical. Cada uno de estos nos recuerda ciertos rasgos de personalidad de los personajes de la telenovela, pero nada que moleste. El gran ruido se nos hace al notar que estos protagonistas son una mala calcomanía; tal vez la producción tendría que haber aprendido del revival de Gossip Girl que también usa elementos de la serie original pero los adapta de tal forma que no es totalmente identificable decir que tenemos una nueva Blair o un nuevo Dan.

Otro punto que me parece importante es la limitante de los espacios y su mal uso de ellos. Los 8 episodios se desarrollan casi por completo en el EWS, pero la cámara nunca muestra la inmensidad de un colegio privado que cuenta con gran prestigio y reputación; nunca es claro cuándo los alumnos están en el área de la escuela y cuándo están en el área de dormitorios, porque todo parece estar alrededor de un espacio abierto. Todos estos errores se vuelven mayores aún porque los tiempos dentro de la serie no se respetan; si recuerdan esas mismas quejas dentro de Game of Thrones esto es aún más dramático.

Por último, señalamos que no podemos olvidar el tono de drama y misterio de la serie que nunca provoca tensión en el espectador. Un poco de la comedia que manejaba la telenovela no le vendría mal.

Video
https://www.youtube.com/watch?v=JZMXEensjA8

En conclusión, Rebelde (2022) quería alejarse tanto de Rebelde (2004) que termina tomando el mismo camino; es más, todo lo mostrado es bastante pobre. Esto sin contar que si buscan igualar el éxito musical no están entregando nada nuevo, solamente reversiones de los grandes éxitos de RBD que se encuentran en la memoria del público.

Había muchas oportunidades de lograr una evolución en esta trillada historia y mostrar la rebeldía de la generación actual y no se concretó. Parece que los jóvenes de hoy no tienen ánimo de ser subversivos.

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