Vidas Pasadas de Celine Song es emocionalmente insoportable
Una película muy filosófica.
No sé si cometo un error grave al llamar mitología romántica a esas historias que incluyen al destino como el causante de lugar a parejas. El tema es que la predestinación es algo recurrente en el cine y también la literatura.
Según Aristóteles, el destino es el encadenamiento de sucesos considerados necesarios y fatales que ocasionan un evento que, gracias a la causalidad de estos, debía suceder. Este causal teleológico tiene un propósito y el filósofo decía que este siempre trabajaba para bien.
En Vidas Pasadas de Celine Song, Nora y Hae Sung, dos amigos de la infancia profundamente unidos, son separados después de que la familia de Nora emigrara de Corea del Sur. Veinte años después, se reúnen durante una fatídica semana para enfrentarse al amor y al destino.
Una pareja de adolescentes se despiden al pie de una escalera después de haber recibido la noticia de que la joven emigrará a los Estados Unidos y no saben si alguna vez volverán a verse.Esa causalidad de la que Aristóteles escribía, y que estaba condenada a cumplirse, estaba condicionada y aquí es donde entro yo: esta depende de las decisiones que cada uno toma para que ese destino se cumpla. Este terreno pertenece a la física cuántica, donde las acciones afectan paso a paso nuestro futuro. No soy partidario que algo se dé de forma espontánea y mucho menos que ya conscientemente tenga un objetivo en sí mismo.
Bajo esta premisa Celine Song escribe Vidas Pasadas y envuelve a Nora y Hae Sung de este mito romántico fatalista. Lo destaco en el mejor sentido al volverlo un guion sumamente inteligente, conmovedor y bien montado durante la puesta en escena. La película está contada desde una fragmentación de la línea del tiempo para nada complicada, sino que ayuda al entendimiento del porqué del distanciamiento de esta entrañable pareja.
Celine Song crea un trío de personajes escritos de forma en que puedas entender su contexto emocional y, por consiguiente, sus decisiones. Como dije en el párrafo de arriba, las decisiones van hilando toda esta causalidad que nos lleva a un evento decisivo en la vida. Mientras la directora nos cuenta esta historia también va tejiendo una serie de emociones en el espectador que lo remontan a una nostalgia que pueda encajar en cualquiera de las situaciones de algunos de estos tres involucrados en la ecuación del destino, y esto se vuelve aún más emotivo.
Es interesante cómo este intrincado del destino puede ocasionar un clic emocional en el espectador cuando se encuentra bien escrito y ejecutado dentro de la película y se vuelve un elemento crucial dentro del guion. Esta complejidad del tiempo que intensifica lo catastrófico de la historia de amor, Song lo aporta con el elemento del In Yun (destino en coreano) que dice que si nos casamos con alguien quiere decir que en nuestras vidas pasadas hemos coincidido con esta persona 8000 veces. No obstante, la cinta también explica que en nuestra existencia presente hemos tenido varias vidas, que hemos ido cambiando con el tiempo y que ahora somos distintos pero, también somos los de antes. Somos el resultado de nuestras vidas pasadas.
La forma en la que Celine Song teje Vidas Pasadas es emocionalmente insoportable al tener tres personajes sumamente entrañables, carismáticos y dolorosos. Su guion basado en gestos con diálogos inteligentes y planos expresivos es de no creer.
