Mucho más que amor: la industria audiovisual y una nueva mirada sobre el amor romántico - Spoiler Time
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Mucho más que amor: la industria audiovisual y una nueva mirada sobre el amor romántico

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¿Qué es el amor? Según la Real Academia Española, el amor es un “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. Según Aristóteles, el amor “se compone de una sola alma que habita en dos cuerpos”. Según Antoine de Saint-Exupéry, el amor “no consiste en mirarse el uno al otro, sino en mirar juntos en la misma dirección”. Y así podría seguir, buscando y rebuscando, a lo largo de la historia de la humanidad, definiciones de amor.

La industria audiovisual, por supuesto, no ha sido ajena a esta tendencia de la humanidad a tratar de definir el amor. Desde sus inicios hasta la actualidad, tanto en el cine como en la televisión, se han contado historias de amor. Sin embargo, con el paso del tiempo, la definición del amor ha ido cambiando y, por lo tanto, las historias que se cuentan también.

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https://www.youtube.com/watch?v=Za_8pxJgBgM

En cine, el amor ha estado siempre presente. Ya en 1896 podemos encontrar sus huellas en el cortometraje de William Heise, titulado The Kiss. En él, se mostraba un beso entre dos personajes en menos de un minuto. Desde allí, podemos seguir, por ejemplo, con Intolerance, la película de D. W. Griffith, que mezclaba una historia de amor con cuestiones sociales y políticas, o con City Lights, protagonizada por Charlie Chaplin, pasando por la clásica Casablanca o Breakfast at Tiffany’s.

En esas primeras historias el amor era siempre representado como una relación romántica entre un hombre y una mujer, entendiendo el amor romántico como un vínculo de sentimientos fuertes, un amor extremo que todo lo puede, idílico, de entrega desmedida, que cree que el único final posible es el de vivir felices para siempre.

Sin embargo, con el pasar del tiempo y el avance de las sociedades, ese amor romántico que todo lo puede, el “vivieron felices y comieron perdices”, el hombre y la mujer que se aman contra viento y marea, fueron quedando algo vetustos. En la vida real, el amor fue modificándose, como fueron modificándose todos los vínculos, a la par que va modificándose nuestra vida y el mundo en el que la vivimos.

Así, hoy en día, la idea de vivir felices y comer perdices, que en general también conllevaba a la idea del matrimonio como expresión máxima del amor, fue quedando atrás. Partiendo desde la base de que el amor ya no es algo exclusivo de los vínculos heterosexuales entre un hombre y una mujer, pasando por los diferentes estilos de relaciones que podemos encontrar y hasta el amor propio como base fundamental para la felicidad, el amor es otra cosa. Y como es otra cosa, otras historias son las que tienen que ser contadas.

Ya en los 60, por ejemplo, empezamos a encontrar películas que intentan mostrar relaciones homosexuales, como por ejemplo Victim, protagonizada por Dirk Bogarde, que interpretaba a un hombre felizmente casado que, detrás de esa fachada, escondía su verdadera identidad sexual, en una época donde la homosexualidad todavía era castigada por la ley en muchos lugares del mundo.

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https://www.youtube.com/watch?v=Ems3u2ZA9SA

En los 80, además del avance de películas de temática LGBTQI+, empezamos a notar que las historias audiovisuales ya no mostraban el matrimonio como la máxima expresión del amor. De esta mirada sobre el divorcio surgieron grandes clásicos, como Kramer vs. Kramer, War of the Roses y hasta la familiar The Parent Trap.

En la actualidad, la idea de amor es más amplia que nunca y, por lo tanto, el cine y la televisión deben hacer un esfuerzo por ampliar la representación de estas nuevas formas y estas nuevas historias, aunque cabría preguntarse, también, si realmente son nuevas o solamente se volvieron visibles.

Y cuando digo “ampliar la representación”, no digo solamente mostrar que existe determinado tipo de amor, sino también cómo contamos sus historias, en qué lugar las posicionamos, etc. Por ejemplo, si vamos a contar una historia de amor dentro de la comunidad LGBTQI+, ¿cómo vamos a contarla? ¿Será, como suele suceder, una tragedia, o le daremos, por fin, a la comunidad, sus propias comedias románticas? ¿En qué lugar pondremos a los personajes LGBTQI+? ¿Protagonistas o sidekicks que quedarán relegados bajo la historia principal de amor heterosexual?

En este sentido es interesante pensar, por ejemplo, lo que sucedió con el tercer episodio del nuevo éxito de HBO, The Last of Us. En Long, Long Time la serie hace una pausa en la narración de los protagonistas, Joel y Ellie, para mostrar la historia de amor apocalíptico entre Bill y Frank, dos hombres que se encuentran cuando el mundo ya se fue al demonio y construyen juntos una vida.

Para los que somos consumidores de historias de zombies, apocalípticas y distópicas, resultó sorprendente. ¿Cuántas veces antes hemos visto, en estos géneros, una historia de amor LGBTQI+ tomar el primer plano? Pero claro, como todo lo novedoso, ha generado resistencia: las críticas al episodio han sido excesivas, sobre todo considerando que la protagonista del show (y del videojuego, claro) también es parte de la comunidad.

Este ejercicio de pensar qué clase de amor estamos viendo en pantalla y cómo es representado debería ser constante. Hoy en día somos más conscientes que nunca de que el amor heterosexual destinado al matrimonio no es el único modelo de amor que existe y, sin embargo, muchas veces es la única historia que se cuenta. ¿Qué pasa no solo con la comunidad LGBTQI+, sino, por ejemplo, con aquellos que no se enmarcan dentro de relaciones monógamas? ¿Con el amor en la tercera edad? ¿Con quienes eligen la soledad antes que a las parejas? Lento pero seguro, estas nuevas historias comenzaron a aparecer en las pantallas. Grace and Frankie, por ejemplo, es una serie que supo contar historias de amor (amor de amistad y amor romántico, si se quiere) en personas mayores. La serie de Amazon Prime Video, Soulmates, tiene un episodio dedicado a una “pareja” de tres. Y así sucesivamente, nuevas formas de amor se ven en las pantallas, nutriéndolas y convirtiéndolas en espejos en los que todos podemos mirarnos.

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