Totally Killer (Sangrientos dieciséis) rebasa las expectativas alrededor de una comedia combinada con slasher y viajes en el tiempo. La película, de Nahnatchka Khan (Always Be My Baby), es un claro ejemplo de que menos es más con un guion sin rodeos, el cual cumple con la función de entretener y, además, nos regala momentos divertidos que, en los tiempos que corren, se agradecen.
El filme versa sobre Jamie (Kiernan Shipka, la chica de Mad Men y Las escalofriantes aventuras de Sabrina), una joven que viaja al pasado con una máquina del tiempo para frenar a un asesino enmascarado, responsable de la muerte de tres amigas de su madre en 1987 cuando estas tenían 16 años. Jamie tratará de cambiar el destino de las víctimas y atrapar al depredador, quien nunca fue detenido por la policía y, 35 años después, regresa sediento de sangre.
Shipka lleva el carisma en el ADN y, da igual el proyecto, la queremos porque siempre nos hace disfrutar con su talento y simpatía. Al igual que Julie Bowen, quien da vida a Pam, madre de Jamie, pero a quien nunca olvidamos por su papelón de Claire Dunphy en Modern Family. No en vano ganó dos Emmy por dicha interpretación y siempre que sale se come la pantalla.
El guion de David Matalon, Sasha Perl-Raver y Jen D’Angelo hace referencias muy claras a clasicazos como Regreso al futuro, Halloween y el slasher por excelencia, Scream. Esto se plasma no solo en el formato, sino en los diálogos de la protagonista. Todo con un toque de humor negro y escenas gore, que encajan y nos recuerdan que la película también lleva el sello de la productora Blumhouse, misma del filme Feliz día de tu muerte.
Otro aspecto que provoca risa es el cambio drástico de época y cómo Jamie está horrorizada casi más por el libertinaje que por el propio asesino. La vuelta a la década de 1980 está marcada por los excesos de drogas, alcohol, sexo y, por supuesto, la vestimenta retro que, de hecho, nunca pasa de moda.
En este sentido, Totally Killer (Sangrientos dieciséis) se ríe de su propia premisa y funciona, lo que le da ese toque distintivo, que no busca descubrir el hilo negro del séptimo arte, pero que salva a la película de haber caído en el tronado y simple telefilme. Es un combo agridulce de slasher y comedia que nos deja un buen sabor de boca.
