Estos últimos tiempos vivimos hablando sobre la cultura de la cancelación y cómo esta poco a poco comienza a calar dentro de la industria cinematográfica y televisiva. Porque, quizás a diferencia de otras épocas, hoy el fantasma de la cancelación es muy fuerte, y el constante ruido en redes que se genera por los consumidores es muy fuerte.
Parte del nacimiento de la cultura de la cancelación está ligada en gran parte a la cuarta ola del feminismo, o sea, cómo mundialmente se fueron gestando distintas organizaciones que además de dar voz a las injusticias que vivían las feminidades, entre 2015 y 2018, como son Ni Una Menos en Argentina, el #MeToo, las campañas por el aborto en todo Latinoamérica y los paros internacionales de mujeres los 8 de marzo, solo por nombrar algunos, pusieron en agenda la necesidad de comenzar a mostrar la realidad femenina de otra forma.
Porque repito: además de entretener el cine y las series colaboran en la construcción de sentido. Es por eso de importancia en pantalla se vea la diversidad que forma parte del mundo que habitamos.
Ahora sí, vayamos al título de este artículo en cuestión. Con todos estos cambios sociales y culturales que vamos teniendo poco a poco, es verdad que para poder cumplir con la agenda la industria comenzó a pecar de corrección política ofreciendo historias y personajes vacíos o forzados como si lo importante fuera tildar en un listado que cumplieron con aquello que el público pide.
En este afán de ser políticamente correctos es como las grandes empresas y productoras comienzan a convertirse en verdugos ante no solo acusaciones serias, como denuncias de abusos, sino a frivolizar todo cuando quizás el peso son ciertos comentarios desafortunados en redes sociales.
Sobre esto tenemos múltiples ejemplos y es inevitable que el primero que se nos venga a la cabeza es la situación de Johnny Deep y Amber Heard cuando en 2018 la actriz a través de un articulo denunció haber sufrido violencia, lo que terminó no solo en varios juicios de difamación sino en que Deep fuera alejado de las franquicias de las que formaba parte como Piratas del Caribe y Animales Fantásticos. ¿Por qué este caso es emblemático? Porque en 2022, luego del juicio que el actor le inició a la actriz por difamación, hizo que todo volviera a plantearse cuando saltó a la luz que Depp sufrió abuso doméstico.
¿Acaso la industria actúa demasiado rápido para alejar a Deep? Este caso es interesante porque se logró mostrar lo contrario, pero sucede específicamente con Disney que muchas veces toma decisiones en base a comentarios en redes y el enojo de los fans.
Un ejemplo fue lo sucedido con la actriz Gina Carano, Cara Dune en The Mandalorian. Fue despedida cuando realizó comentarios antisemitas en redes sociales. ¿Los comentarios estuvieron bien? No, pero a diferencia de otras épocas donde las listas negras se encargan de alejar aquellos con simpatía al comunismo, ahora estamos ante un momento en el que aquello que sucede en redes sociales se vuelve clave en las carreras de artistas, guionistas o cualquier integrante de la industria audiovisual. Y lo peor es que hay un revisionismo muy particular y, deberíamos aceptarlo, parcial de otras épocas como sucedió con algunas películas hoy ya consideradas clásicos.
El problema de esto, del hecho que Hollywood actúe solo en base a acusaciones o comentarios y disgustos en redes, resta seriedad al asunto, sobre todo cuando quizás los que se denuncian son abusos o delitos graves que en base a este ímpetu de cumplir en agenda son desprestigiados por la misma industria que, debemos reconocer, según sobre a quién se señale con el dedo acusador es como la industria actúa.
