Toma un avión imaginario. ¿Listo para el despegue? ¡Genial! Yo decido tu destino: Colombia, más precisamente Medellín. Ya dejaste tus maletas en el hotel, ya te bañaste y el jetlag no ofrece ningún tipo de resistencia. Ahora, una minivan te lleva, junto a otros turistas, a cuatro rincones de la ciudad de Medellín: Mónaco, la antigua residencia de lujo de Pablo Escobar, hoy destruida; la Catedral (su villa-prisión); la tumba de Escobar situada en el cementerio de Montesacro; el distrito de El Poblado, lugar de ejecución del capo narco aquel 2 de diciembre de 1993. El recorrido puede llegar a durar hasta 9 horas si es que se extiende hacia la Hacienda Nápoles, una de las antiguas villas de Escobar ubicada a 150 km de Medellín. ¿Valor del tour? Entre $20 y $90 dólares por persona; si eliges el más extenso, $160 dólares.
A diferencia de Mazatlán en México donde se desarrolla un fenómeno similar pero clandestino en torno a la figura de El Chapo, la oferta de turismo en Colombia en relación a Pablo Escobar es legal, no tiene fecha de finalización y es promocionada por sitios de referencia como Tripadvisor o Getyourguide. Los narcotours están destinados exclusivamente a extranjeros y son proporcionados por agencias privadas.
Al igual que el Padrino Tour en Sicilia o el Intouchables Tour ofrecido en Chicago, tomar prestado de la ficción hechos realmente complicados permite tanto a las agencias como a los turistas distanciarse de un tema delicado. Poco a poco, los imaginarios resultantes de las ficciones van invadiendo la calidad histórica de los recorridos. Los circuitos turísticos se van acercando poco a poco al turismo de Netflix, empobreciendo la historia y evacuando lugares que se acercaban al narcotráfico en su complejidad, en favor de la historia personal de Escobar.
Los primeros narcotours datan de 2006-2009 y ofrecían recorridos bastante diferentes a los de la “generación Netflix“. Así, la mayoría de los recorridos ya no se detienen en el santuario de la Virgen de Sabaneta en Medellín, lugar de bendición de las armas de los sicarios. Figuras cruciales en la historia de la décadas de 1980 y 1990, los sicarios ahora quedan relegados a un segundo plano: los recorridos ya no visitan los edificios Ovni y Dallas, lugares testigos de la guerra entre narcotraficantes y de la confiscación de los bienes de Escobar por parte del Estado: ahora se prefiere ir al Mónaco, que encarna la riqueza y el poder del cacique y a la Catedral en la que Escobar fue “detenido” en 1991 antes de su increíble fuga. Con el éxito de la serie Narcos, que le dedica varios episodios, se ha convertido en una parada esperada para los turistas.
Lo interesante de todo esto es que la ficción genera más ficción. Y es que hoy día la prisión La Catedral es una ilusión. Un gran cartel colgado detrás del edificio principal advierte: “Queridos turistas, no se dejen engañar”. La estructura fue construida por la fundación Sainte Gertrude, una que hace foco en el tratamiento de ancianos. Ningún espacio pertenece a la antigua cárcel ni fue construida por Pablo Escobar. Las historias falsas también se van creando todo el tiempo: muchas visitas inventan historias diciendo que Pablo Escobar fue visitado aquí por Juan Pablo II o Maradona para hacer más atractiva a la narrativa. La Catedral ya no tiene nada de original: la garita adornada con un maniquí parece más bien un elemento escenográfico y los turistas se fotografían delante del “helipuerto de Escobar”, construido mucho después de la fuga del narcotraficante.
Fascinación ciega es generada por el triunfo de la fotogenia. La mayoría de los turistas salen encantados con sus excursiones a realidades inventadas. Nada es real, todo cobra vida en las historias fantasiosas de la TV y los guías. La generación Netflix triunfa, una vez más.